Después de haber vivido ya más de dos años de pandemia, todos hemos estado esperando la recuperación económica. En 2020, el primer año de la pandemia, la economía se contrajo 8.4%. En el 2021, el primer año de reactivación, nuestra economía únicamente creció 5%. Esto significa que todavía nos faltan varios años con altas tasas de crecimiento para recuperar lo perdido en la pandemia. La recuperación a mediano plazo depende, en gran medida, de la capacidad y voluntad de los consumidores en aumentar sus volúmenes de compra. La última cifra del INEGI en el tema de índice de confianza del consumidor muestra una tendencia a la alza del 1.8% anual. Sin embargo, los niveles de inflación que estamos viviendo superiores al 7% (los más altos en las últimas dos décadas) significan que debemos de tener una política económica efectiva que nos permita sortear la complejidad del momento que estamos viviendo.

Es importante entender con claridad el alto riesgo que presenta la inflación ya que amenaza el crecimiento del gasto real del consumidor. El aumento de la inflación pesa sobre el poder adquisitivo de los consumidores al disminuir o incluso revertir las ganancias en los salarios reales. Esto obliga a las personas a reducir el gasto discrecional. Peor aún, cualquier aumento de la inflación superior a lo esperado puede forzar una dosis más fuerte de ajuste monetario, debilitando aún más el impulso para que los consumidores gasten. Ya lo estamos viendo con el ajuste a las tasas de interés a nivel mundial. La semana pasada Estados Unidos aumentó 50 puntos base sus tasas de interés y se espera en estos días que el Banco de México anuncie un aumento similar, para llevarla de 6.5% a 7%. Todo esto tiene un impacto negativo en el gasto y afecta a todos los consumidores, especialmente a los de ingresos bajos y medianos, lo que agrava la desigualdad de ingresos. Las tasas de interés altas se utilizan para para tratar de controlar el rápido aumento inflacionario, lo que en la práctica se traduce en un encarecimiento del crédito. Con tasas muy altas, a nadie le conviene endeudarse.

Esta situación afecta a las empresas que necesitan pedir dinero prestado para llevar adelante sus inversiones, a los gobiernos que necesitan financiar el gasto público, y también afecta a las personas que requieren préstamos para comprar una casa, un auto o financiar un gasto imprevisto.

Desde finales del año pasado, cuando se empezó a ver que la inflación comenzó a escalar velozmente, primero por los efectos que produjo la pandemia de COVID-19 y ahora por la guerra en Ucrania, el debate se ha centrado en torno a qué tan rápido y qué tan profundo deben actuar las autoridades para bajarla. Está claro que encontrar un equilibrio en las decisiones monetarias según las necesidades de cada país es una tarea muy compleja. Para México, este es un tema de la mayor importancia ya que, si bien el aumento de la inflación plantea riesgos para el gasto real de los consumidores y, por lo tanto, para el crecimiento económico, su impacto potencial en la desigualdad de ingresos también es preocupante. Por todo esto, es cada día más apremiante diseñar una estrategia efectiva de crecimiento sostenido e incluyente, sobre todo en el contexto actual que ha tenido implicaciones adversas en el precio de los alimentos y expectativas de crecimiento global.

@LuisEDuran2, Presidente del Comité de Difusión de la COPARMEX

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