Ante tantas notas de tinte político en estos últimos meses corremos el riesgo de no poner atención a una de las noticias más importantes en esta crisis del COVID-19: La economía de México se contrajo 0.2% en el tercer trimestre con respecto al período de los tres meses anteriores. Esto representa el primer descenso trimestral desde que comenzó la recuperación de la pandemia, según datos preliminares del INEGI.
Después de que nuestra economía se contrajo casi 9% en el 2020, había altas expectativas de tener una recuperación del 6% en este año. La contracción del producto interno bruto (PIB) ajustada estacionalmente durante este trimestre se comparó con un pronóstico de consenso de un crecimiento del 0.1%. Los datos son sorprendentemente débiles para agosto. Es imperativo entender de dónde viene esta desaceleración para poder tomar decisiones que nos ayuden a lograr una recuperación más rápida.
La actividad del sector de servicios en el país se vio sacudida durante el verano por un resurgimiento de la pandemia, mientras que las interrupciones de la cadena de suministro mundial han pesado sobre la recuperación de la fabricación, especialmente en sectores clave como el automotriz. Además, se estima que la escasez global de componentes mantendrá la producción deprimida en el corto plazo, al mismo tiempo que una desaceleración en los Estados Unidos restringirá la demanda externa y la demanda interna seguirá siendo moderada debido a la falta de estímulos a la industria. Si bien la Secretaría de Hacienda ha dicho que se apega a su pronóstico de crecimiento del 6.3%, la realidad es que, el lento desempeño de la economía corre el riesgo de crear un dilema para el banco central de México, que se ha embarcado en una serie de aumentos de tasas a medida que la inflación se elevó muy por encima de su objetivo del 3%. Analizando más cercanamente las cifras del PIB, es evidente que la contracción se debió a la debilidad del sector terciario, que abarca los servicios, y que disminuyó un 0.6% en comparación con el segundo trimestre. Las actividades secundarias, que incluyen la manufactura, aumentaron un 0.7%, mientras que las actividades primarias, como la agricultura, la pesca y la minería, también avanzaron un 0.7%, según los datos.
Todas estas cifras muestran claramente que nuestra política económica debe de tener un enfoque más agudo y agresivo para desarrollar nuestro sector de servicios. Este sector, también conocido como sector terciario, incluye actividades relacionadas con los servicios de no producción o transformación de bienes materiales. Algunas de las actividades esenciales en este sector son el comercio, las finanzas, el transporte, las comunicaciones, el turismo, la salud y la educación. El TMEC presenta una palanca inigualable para poder desarrollar el sector de los servicios con efectos muy positivos. La relación económica entre Estados Unidos y México, tal como se ha construido en las últimas décadas, ofrece beneficios concretos a millones de mexicanos. Debemos cuidar que no haya un deterioro en la relación que podría poner en peligro la seguridad económica y la potencial prosperidad de nuestros ciudadanos. Es momento de trabajar juntos para impulsar la productividad y fortalecer la competitividad de la economía en el sector terciario. El TLCAN nos sirvió para desarrollar nuestro sector manufacturero. Ahora nuestro objetivo debe ser no solo construir sobre lo que ya tenemos, sino prepararnos para el futuro, desarrollando sectores que hoy en día están en su infancia. Todo esto requiere mejoras significativas en nuestras políticas económicas internas. La sociedad civil y la comunidad empresarial están sedientas de este liderazgo. Es un momento coyuntural decisivo. Debemos aprovecharlo.
@LuisEDuran2