Los primeros días de campaña han sido terribles para Claudia Sheinbaum, la furia venida en incontinencia verbal del presidente le resta puntos, la minimiza y desdibuja ante la imposibilidad de marcar diferencias.
Para colmo, la candidata puntera desborda arrogancia, se aferra a la narrativa que canta la inevitabilidad de su triunfo y mira de soslayo todo lo que no sea visto con buenos ojos en Palacio Nacional: cancela a los ejecutivos de CitiBanamex, neoliberales que saldrían con preguntas incómodas; le da largas a los estudiantes de la Iberoamericana ante el riesgo de un desplante como a Peña Nieto en 2012. Más a fuerzas que de ganas, firma bajo protesta y con reservas una propuesta de la Iglesia Católica para pacificar el país, no sin antes espetar su desacuerdo por lo que considera una “exageración” en el diagnóstico de la violencia.
Tampoco ayudan varios de los impresentables candidatos de la 4T, como el acosador Enrique Inzunza, de Sinaloa, candidato a Senador, que enviaba videos masturbándose a mujeres víctimas de su acoso, al grado de enfrentar denuncias penales pero que ahora goza de cabal impunidad y, vaya descaro, presume el apoyo de Sheinbaum en sus recorridos públicos.
Por otro lado, a la exjefa de gobierno le reclaman las mentadas candidaturas, antier en Puebla de plano dijo a la muchedumbre que acusaba de corrupción a algunos de los premiados: “Hay compañeros, compañeras, fundadores de Morena que son fundadores, pero que no ganan una encuesta y hay otros compañeros que se acercaron hace seis años, hace tres y que sí ganan una encuesta”... ¡Qué forma tan curiosa de dar palmaditas en el hombro y llamar a la unidad!
Súmele a todo esto la ausencia total de simpatizantes de carne y hueso en sus eventos sustituidos por el acarreo masivo y sin pudor, el bonito arte de la asistencia a fuerzas. Sí, han sido malos días y la cosa no pinta mejor.
Claudia Sheinbaum todavía cuenta con una cómoda ventaja frente a Xóchitl Gálvez, pero en su equipo tienen muy claro que desde hace mucho se llegó al techo; el crecimiento es imposible y van a perder puntos, muchos puntos, pero no los suficientes para la derrota.
Es por eso que el presidente López Obrador se ha obsesionado más en estos días con el golpe de estado técnico, el golpe blando, el fraude y su discurso conspiracionista, particularmente en torno a la búsqueda de la anulación de la elección por la vía legal, para lo que sería necesario un margen relativamente reducido entre las punteras.
En un escenario hipotético, si Xóchitl Gálvez terminara por ganar la elección es claro que sería el presidente y su 4T quienes buscarían la nulidad, pero claramente su esfuerzo no terminaría en los tribunales.
Un escenario complicadísimo, toma de calles, protestas violentas, desconocimiento de las instituciones y la ley, el premio al drama más estridente de la República y que por desgracia terminaría por decidirse bajo la mirada de los militares. ¿Qué harían los verdes si gana Xóchitl y su jefe máximo no quiere aceptar el resultado?
De Colofón.-
A Mario Delgado se le acumulan acusaciones por la venta de candidaturas, así de simple y así de claro.
El tema le estallará en la cara en los próximos días por la candidatura a la Presidencia Municipal de Los Cabos, Baja California Sur, que dio al hijo de Narciso Agúndez, Christian Agúndez Gómez, a pesar de que el mismo López Obrador vetó a la familia Agúndez por considerar al exgobernador un traidor cercano a su mayor némesis: Felipe Calderón.
Hay mucha gente molesta que no se va a guardar evidencias en el sucio juego del presidente de Morena, un escándalo monumental para la ya de por sí vapuleada campaña de Sheinbaum.
Y no solo es en la Baja Sur donde los clientes molestos del presidente de Morena emprenderán una campaña fuerte en su contra, también hay traicionados en Puebla y Michoacán.
Y todavía faltan 80 días para la elección presidencial.
@LuisCardenasMX