Aquí manejamos la pandemia como Dios le dé a entender al presidente y el presidente es un tanto negacionista, confía más en la divinidad que en la ciencia, confía más en la víscera que en las neuronas, ergo: tenemos un desmadre.
Por ejemplo, Claudia Sheinbaum organizó una superverbena en el Zócalo que, seguramente, terminó con miles de contagiados.
Al final, tuvo que suspender, se le impuso la realidad frente a su aspiración presidencial y hoy, “la científica” jefa de gobierno, de plano pide no hacerse pruebas, porque no hay suficientes, y encerrarse si se tienen sospechas de contagio. Mejor gastar en la pachanga que en pruebas rápidas, pero lo bailado no hay quien lo quite.
Cerrar la economía no es opción, sería un suicidio, un pandemonio de más desempleo, miseria y hambre. Toca entonces seguir los axiomas de la 4T: que se enferme quien se tenga que enfermar y que se muera quien se tenga que morir; el último, si puede, que apague la luz.
¿Entonces, qué nos queda?, lo mismo de siempre: dejarnos crecer las uñas para rascarse lo mejor posible, estuvimos solos y estaremos solos en esta tragedia, ¿aún no nos queda claro?
Me llama la atención que en otros países, como en el Perú, piden un certificado de vacunación para absolutamente todo: restaurantes, bares, hoteles, aviones, transporte público, museos o sitios arqueológicos, parece que muchos países en Sudamérica están manejando la pandemia mucho mejor de lo que hemos hecho en México, allá sí podrán presumir de autoridad moral.
Es que, en el absurdo de México, caemos en la politización de todo, el uso del cubrebocas aquí parece más una declaración política que un tema fundamental de prevención, somos campeones en el teatro de lo absurdo: arcos sanitarios que no sirven para nada y pueden empeorar las cosas, tapetes sanitizantes que terminan dando más asco que asepsia, obsesiva toma de temperaturas que creemos nos salva de todo como si la fiebre fuese el único e inequívoco síntoma y hartas burocracias sin sentido, algunas ridículas hasta la médula, es la negación enmarcada en una obra fársica, el sello de la casa.
Al final, con mucho dolor y arrastrando las consecuencias de nuestros absurdos, saldremos avante, pero claramente no será gracias a nuestro gobierno que prefirió jugar al tío Lolo antes que enfrentar el mayor reto de la humanidad y darle la mano a sus ciudadanos.
Increíble, la 4T tuvo la oportunidad de ser el mejor gobierno de la historia y terminó en el ridículo global, tal vez en algunos años aprenderemos de lo necesario que son los líderes con madera de estadistas y no con vocación de payasos.
Nos queda cuidarnos lo mejor que podamos. Si hay recursos para una dosis de refuerzo en los Estados Unidos, tomar la opción. Si hay que esperar a que nos toque en México, habrá que doblar las medidas. Entender que el cubrebocas es necesario, preferir lugares abiertos a sitios cerrados, buscar una prueba de Covid cuando sea necesario aunque se tenga que pagar por ella y, sobre todo, qué tristeza, desconfiar de lo que dicen autoridades que parecen más tener la mira en el próximo hueso que en el cuidado de todos.
Y bueno, igual y no sobra el “detente”.
DE COLOFÓN
.— Ricardo Monreal ha encontrado una gran ventana de oportunidad política, comienza a juntar los apoyos de los desilusionados de la 4T, toma el liderazgo de los moderados e intenta convencer a millones de ciudadanos que están preocupados por la radicalización en la que ha caído el país. Leyó bien, estos son momentos de definiciones reales, las simulaciones solo terminarán con aspiraciones enterradas.
Sin embargo, viene la prueba de fuego, ¿quienes, realmente, decidirán jugársela con él a costa del reproche presidencial?