Sí, en el toreo está presente la muerte, pero como aliada, como cómplice de la vida: la muerte hace de comparsa para que la vida se afirme.

Creo que en toda mi vida he asistido a unas tres corridas de toros, solamente una vez estuve en la Plaza México y quedé impactado por toda la parafernalia alrededor de la fiesta, el ambiente del público, la belleza de los trajes de luces, la provocación casi alucinante de la orquesta, la destreza de los rejoneadores, la elegancia en los movimientos del torero con su halo de superioridad frente a la imponente bestia que bufa, fiera con ojos de infierno buscando acabar con su verdugo y, finalmente, la muerte de un animal que lo inunda todo en sus últimos estertores de agonía.

-Fernando Savater.

Hoy día, la tauromaquia no es precisamente popular, la evolución de conciencia en torno al cuidado y respeto de los animales la coloca como una actividad llena de barbarie y crueldad. En la opinión de millones de personas no parece un combate justo y la tradición de los matadores suena, más bien, como un espectáculo de violencia añejo, como un reducto de los tiempos de intolerancias, de la ley del más fuerte y de insensibilidad .

Francamente, creo que la fiesta brava está condenada a desaparecer, las nuevas generaciones la condenan como algo aberrante y no parece que entre los millennials, la generación zeta y la generación alfa, nacida en los albores de la última década, pueda encontrar a muchos nuevos adeptos, en poco tiempo podría ser, simplemente, un recuerdo perdido de la historia.

Pero, ¿no sería mejor dejar morir la tradición de forma natural?, ¿o será que los antitaurinos deben darle la estocada final?, el debate de la prohibición levanta pasiones que terminan por exagerar los argumentos, algunos antitaurinos prefieren la extinción del toro de lidia antes que permitir una corrida más en las plazas y los amantes de la fiesta brava la defienden al grado de compararla con una religión que les permita sacrificios animales.

Sonora, Guerrero, Quintana Roo y Coahuila han prohibido ya las corridas de toros, mientras que en contraste para Tlaxcala, Aguascalientes, Hidalgo, Querétaro, Michoacán y Guanajuato son consideradas, legalmente, un patrimonio cultural , ¿qué pasará en la Ciudad de México?, ¿terminará, en algunos años, algún criterio homogéneo en todo el país?

El tema económico es también un argumento de gran peso: de acuerdo a organizaciones pro tauromaquia, la industria de las corridas de toros genera una derrama anual de unos 6,900 millones de pesos con el resultado de más de 800 millones de pesos de impuestos y unos 200 mil empleos directos, aunque, no sin razón, las organizaciones de defensa animal cuestionan seriamente estas cifras, pues no existen datos públicos realmente confiables al respecto.

¿Habrá cabida para las corridas de toros en el mundo del cuidado del medio ambiente, de lo políticamente correcto y de la hipersensibilidad?, parece algo casi imposible.

DE COLOFÓN.

- Varios legisladores de todos los partidos que votarán por prohibir o no las corridas de toros en la Ciudad de México recibieron generosos donativos para sus campañas de dueños de empresas dedicadas a la tauromaquia, el tema incomoda en el Congreso que apuesta a que bajen las aguas y lleguen pronto otras discusiones para que el tema se olvide de aquí al siguiente hueso.

 

@LuisCardenasMX