"Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda". Martin Luther King Jr.
Estamos muy mal y es factible que terminemos peor. Siento mucho iniciar esta columna con pesimismo desbordado, pero los datos que arrojan las pruebas PISA en materia educativa están para ponernos a llorar.
Los niños de nuestro país no parecen poder comprender un texto; saben leer, pero no entienden lo que leen, tampoco parece que puedan aplicar matemáticas básicas a su vida cotidiana y en ciencia básica; por mucho, gana la ignorancia.
Sin la posibilidad de comprender un texto no puede existir pensamiento crítico y sin pensamiento crítico tampoco puede existir ciudadanía responsable. Un pueblo que no sabe sumar jamás comprenderá lo que le restan, lo que le roban, lo que le engañan, parece que estamos formando la sociedad perfecta para un sistema totalitario, ineficiente y corrupto.
Bueno, tampoco se trata de hacerles el caldo gordo a las teorías conspirativas. La gravedad de nuestro sistema educativo pasa por muchos factores complejos y de larga data, así como de pifias evidentes todavía muy frescas en la memoria. En este fracaso pesan tanto la polarización que ha convertido la educación en un tema de lucha de clases, propio de la 4T, como el abandono del sistema educativo, propio del pasado neoliberal.
Y, siendo francos, tampoco es que todo sea culpa del gobierno, la pandemia pegó durísimo, sí, pero también es responsable la cultura de la cancelación, inquisitorial para muchos profesores, la hiperestimulación, que ha generado problemas de atención como nunca en la historia, así como la tendencia a una educación menos rígida y más divertida con la consecuente animadversión global por la disciplina y el trabajo duro.
Y sí, sí, sí, lo de siempre, el presupuesto que asfixia con sueldos de miseria a la mayor parte del personal educativo en este país, lo que provoca frustración en los empleados y erosiona, poco a poco, la vocación por enseñar.
Por desgracia, aquello de “origen es destino” hoy se intensifica brutalmente. Una familia con escasos o medianos recursos que deba mandar a sus hijos a sistemas públicos los condenará a un rezago abismal frente a los que gozaron de educación privada.
¿Contratamos al que puede comprender un texto y, por ende, puede comprender y resolver situaciones complejas o al autómata que únicamente puede actuar bajo supervisión y cumplir instrucciones ridículamente precisas?, ¿quién será el jefe?, quién ganará más y quién se quedará estancado?, ¿quién se hace más rico y quién se queda pobre?
El mundo avanza demasiado rápido, la vorágine de las nuevas tecnologías con la inteligencia artificial tatuada en las nuevas sociedades cambia por completo el paradigma, redefine una y otra vez las reglas del juego.
Y mientras tanto aquí nos enfrascamos en echarles culpas a los indolentes gobernantes del pasado o a los ineptos gobernantes del presente.
De Colofón.- Lo que falla en la campaña de Xóchitl Gálvez no son ni los perfiles, ni los discursos, ni las ideas, ni el marketing, ni el prompter, ni mucho menos la candidata.
Lo que falla en la campaña de Xóchitl es la brújula. ¿A dónde van?, ¿por qué deben seguirlos?, ¿qué ofrecen más allá de ser odiadores de la 4T?, ¿por qué dejan que el lopezobradorismo, aunque sean antipejes, sea el eje central de su campaña?, ¿qué les marca la brújula?, ¿dónde está el norte de su propuesta?
Y todavía faltan 298 días para que termine el sexenio.