A propósito de la serie “Cómo se convirtieron en tiranos” que se ha estrenado en Netflix con bastante éxito, ha surgido la inevitable comparación de López Obrador con algunos de los protagonistas del programa, como Hitler , Sadam Husein , Idi Amin o Muamar el Gadafi.
Pericles.
Francamente, no veo a López Obrador como un digno aprendiz de aquellos grandes dictadores, fundamentalmente porque le falta tanto la malicia como la inteligencia y la sensibilidad política.
Nuestro presidente sería, en todo caso, un pequeño tirano, quizás más algo como un baby Trump pero, definitivamente, nunca un Stalin o un Castro .
De entrada, aunque diariamente ataca a la prensa y a sus adversarios con palabrería hueca, sin pruebas, sin argumentos y, últimamente, hasta sin mucha creatividad, López Obrador no ha censurado nada, las columnas, comentarios, programas y trabajos periodísticos fluyen como nunca antes, en parte por la gran diversidad de medios de comunicación y plataformas en línea y en parte, también, porque al no haber presupuesto importante para medios los compromisos gubernamentales se extinguieron en la mayoría de los casos, si quiere llámele usted chayote, aunque ese se ha institucionalizado para los lamebotas oficiales del régimen que aplauden cualquier ocurrencia en los medios que todos conocemos.
Ni es una idea ni es un deseo, pero si López Obrador fuese un poco menos visceral y más racional sería, sin duda, un peligroso tirano en potencia ahorcaría a sus enemigos no solamente con el presupuesto sino con estrategias mucho más efectivas, como el miedo.
Si bien, la 4T levanta carpetas de investigación como si fueran corcholatas, sin que le cuesten nada, rara vez logran consignar a alguien o hacer una acusación seria, su vocación tiránica es tan pueril que han llegado al ridículo de culpar, por ejemplo, a Luis Videgaray de algo tan ridículo como traición a la patria o han tenido que recurrir al chiste de la consulta popular para fingirse los verdugos de los expresidentes que, sobra decirlo, están retorcidos de risa.
Afortunadamente, en la Cuarta Transformación todo es tan chafa que hasta el totalitarismo les sale mal y terminan convertidos en un chiste de sí mismos.
Para ser un tirano, López Obrador y su movimiento necesitarían, primero, dejar los complejos en la puerta de Palacio y, así como el detente, es clarito que su pequeñez la cargan hasta en la cartera.
Tenemos suerte, justamente los complejos presidenciales que tanto daño le hacen a México con las ocurrencias gansito son los mismos que nos salvarán de que México caiga en una dictadura.
DE COLOFÓN
.- La consulta será un fracaso monumental, no llegarán ni a los 5 millones de mexicanos. El pequeño tirano se molestará y buscará un responsable del estropicio. Rodarán cabezas para la próxima semana.