“Mejor corre, mejor corre más rápido que mi bala”
Fragmento de Pumped up kicks, por Foster the People.
Entró a la escuela consciente de que ese día sería su último día con vida, cargaba dos armas en la mochila, sí, ahora él tendría el poder absoluto, el poder para determinar quién viviría o quién moriría. Ahora él es el que manda. Ahora nadie se burla. Ahora él es el que no sufre, son los otros, todos. Ahora se las pagan.
Salió al baño y disparó, bam, bam, bam, nueve veces, y entonces dos muertos, incluyéndolo, seis heridos y una bala huérfana de víctima. Nueve tiros y únicamente uno errado.
José Ángel fue una víctima más en la tragedia de Coahuila, un niño de once años, en sexto de primaria, convertido en asesino, inspirado por una masacre que se originó diez años antes de que él siquiera hubiese nacido, Columbine, encarnado de pronto en Eric Harris, vestido como él y con la leyenda Natural Selection en su camiseta.
Ni hablar, toca que tendremos que revisar que los muchachos, que los niños, no lleven armas de fuego de uso exclusivo del ejército en sus mochilas, ocultas entre la lonchera.
Ni hablar, son otras épocas, tiempos de violencia con chivos expiatorios de sobra, pinches narcocorridos, malditas narcoseries, la violencia que informan los noticieros corruptos vendidos al sistema, los mentados videojuegos, las películas que olvidaron la inocencia, el internet que nadie se atreve a controlar… La culpa es de todos, de todos menos de nosotros porque también somos víctimas, ¿qué no?
Porque eso de enfrentarnos a la pérdida de la inocencia es muy doloroso, es mejor echar la culpa a lo que sea antes que asumir la responsabilidad de padres y madres que han olvidado a sus hijos y han cedido a una tablet el cuidado de los críos.
Dirán que uno exagera, que lo sucedido en Torreón no es la regla sino la excepción, pero ¿estaremos atentos, acaso, de la vida que llevan las nuevas generaciones?
Hace veintitantos años, cuando estaba yo en la secundaria, lo peor que nos pasó fue cuando a un buen amigo lo encontraron en su casa con una intoxicación etílica, se salvó de milagro, le lavaron el estómago y vinieron luego las juntas con los padres de familia y los regaños y plática tras plática de que eso estaba mal… Pues, se puso mucho peor.
Un niño de diez años hoy vive como un adolescente de hace veintitantos, expuesto a drogas, violencia y hasta sexo en cualquier lugar, es otro ambiente, es otro mundo que nos negamos a afrontar.
Pensamos que la salud emocional es una cosa más bien frívola, un pretexto para chamacos flojos que no quieren hacer la tarea, vale más un rato en la tele para que dejen de dar lata a una plática en familia como asignatura recurrente, ¿hace cuánto tiempo que usted no habla con sus pequeños?, ¿qué tanto conocen la mayoría de los papás a sus hijos?
Ojalá que Torreón sacudiera nuestra vida, sería un parteaguas por el bien de lo que viene, pero hoy ya no es un gran tema, empieza a oler a noticia vieja.
Siempre podremos culpar a todo, menos al espejo.
De Colofón
2019 fue el peor año en generación de empleos, no hay otros datos.