Seré breve, dejémonos de estupideces. La tragedia del Metro simplemente es una metáfora de nuestra realidad.
Vamos, que no fue un tornado, que no fue una inundación , que no fue un temblor . Fue una estupidez.
Quizá una estupidez de la ira que hoy marca nuestro sino, quizá un berrinche que cobra dolor, sangre y lágrimas.
¿Habrá sido la culpa de Ebrard ?, ¿de Sheinbaum ?, ¿de Man c era?... ¿Acaso importa?
Las culpas sobran cuando perdiste a un hijo. Las culpas sobran cuando pierdes al amor de tu vida, las culpas sobran cuando pierdes el aire, ¿o será que las lágrimas de tu tragedia se cotizan en la bolsa del círculo rojo?
De verdad, ¡que todos los políticos vayan directo a chingar a su madre!, porque nadie, por más utopías baratas , podrán resarcirse de una tragedia que pudo evitarse si pensáramos en algo más que el hueso de mañana.
Luto. Silencio. Respeto.
Nada más, quizá la cosa sería distinta si un potentado hubiese perdido a su hijo en Tláhuac . Quizá hubiese más respeto.
Pero no, sobra respeto cuando Tláhuac es el paraíso de los bicicleteros convertidos en taxis que venden mota para subsistir, cuando Tláhuac es el ecosistema de la supervivencia , la comunidad de los que se joden el lomo, todo el día, esperando un beso que hace unos días nunca llegó. Primero, primero los pobres.
Jódanse, malditos carroñeros, jódanse todos. Quien gane de esta tragedia quedará maldito, les digo de corazón que la sangre nunca da buen rédito.
Respeto.
Descansen en paz
y que su ausencia, al menos, nos haga valorar mucho más lo que representa estar vivos, lo que significa ser amados y, sobre todo, para darnos cuenta que el destino está en nuestras manos.
Y, sí, que los responsables de esta tragedia terminen podridos en su ambición.
DE COLOFÓN
Erik Satie: Gymnopedie 1.
@LuisCardenasMX