Mañana iniciamos las campañas presidenciales, ¡que Dios nos agarre confesados! Vamos a ser testigos de un caos nunca visto, las candidatas y sus equipos querrán bajar para nosotros la luna y las estrellas con tal de ganar nuestro voto; van a prometer lo imposible, lo irrealizable. Van a querernos ver la cara mientras bailan a ritmos forzados y sonríen hasta que se les trabe la quijada. Ambas saben que son un producto. Ambas cuentan con decenas de especialistas que las retocan hasta erosionar cualquier atisbo de autenticidad.

Ninguna de las dos podrá resolver el problema de la violencia en un sexenio. Heredarán un país con un gran porcentaje de su territorio en manos del crimen organizado y con diversas bandas criminales que rebosan de base social. La pax et narco no es ninguna opción y no solamente por las cuestiones éticas que la misma plantea: no es opción porque es imposible pacificar al país mediante acuerdos con decenas de bandas que persiguen intereses muy diversos. No es, pues, ni siquiera una opción pragmática.

Resolver el polvorín conlleva una reforma judicial de gran calado que no tiene nada que ver con la elección de ministros sino con reestructuras técnicas y legislativas tan complejas que serán abstrusas para la mayoría de nosotros. Que no son sexys. Que no son fáciles de explicar y que requieren de un presupuesto enorme que ya no tenemos.

Las candidatas plantearán soluciones para las que ya no hay dinero. Por ejemplo, este año el margen de maniobra del mayor presupuesto en la historia, 9.07 billones de pesos, está prácticamente comprometido en su totalidad y ya usó una deuda significativa. Habrá que tener cuidado porque cualquier idea o gran idea conlleva el uso de recursos públicos que no existen en la realidad.

A menos, claro, que alguna candidata proponga seriamente una reforma tributaria, ergo ¡cobrarnos más impuestos!, y la verdad, dudo que lo hagan en la etapa donde pretenden enamorarnos.

Hablando de amores, si es usted una persona del centro político y no está radicalizado hacia ningún bando, permítame esta curiosa analogía: Usted tendrá que elegir entre dos de sus peores exparejas y ya se fregó. Discúlpeme, pero no tiene otra opción. A partir del 1 de octubre tendrá que volver a hacer una vida con alguna de ellas. Piense cómo le fue con cada una, piense quién le mintió más, quién le robó más, quién lo trató más como una basura, quién fue su peor relación.

Vamos a una elección donde ya conocemos más o menos el estilo de gobernar. Claudia Sheinbaum representa la continuidad de la izquierda lopezobradorista, quizá más moderada, pero lopezobradorista al fin.

Xóchitl Gálvez representa al régimen neoliberal y tecnócrata (esos adjetivos no deberían descalificar, hay muchas cosas positivas en la tecnocracia y en el neoliberalismo) que nos gobernó entre 2000 y 2018. Ya conocemos ambas formas, no hay nada realmente nuevo.

Yo no creo que el debate sea entre dictadura y democracia: esa es una estrategia que fortalece a los votantes antilopezobrador que ya tiene la alianza opositora.

Yo no creo tampoco que el debate sea entre el regreso al pasado corrupto y la transformación. De hecho, creo que hubo la misma o más corrupción en el gobierno actual que se aferró a mantener el statu quo en todo, menos en el discurso. La cantaleta del pasado, igual que la de la dictadura, solamente refuerza a los votantes lopezobradoristas que ya tienen en la 4T.

No vale la pena polarizarse, no lo haga. A fin de cuentas, tendremos el mismo país adolecido de tantos males al día siguiente de la elección, cuando despertemos con nueva presidenta electa.

Son políticos, no valen nuestra calma y muchas veces tampoco nuestra confianza. Si acaso solo merecen, y muy por encima, el beneficio de la duda.

De Colofón

La ira de López Obrador contra el NYT y aquello de “mi autoridad moral sobre la ley” cayó como balde de agua fría en el equipo de Claudia Sheinbaum, que casi al mismo tiempo del berrinche inició una gira con medios tradicionales que han sido vapuleados desde Palacio Nacional. Muchos esperan un deslinde que nunca llegará, no al menos en la candidata, quién sabe si en la presidenta si es que gana la elección.

A Gálvez, por el contrario, el hígado presidencial le vino de maravilla, sube algunos puntitos, aún lejos del primer lugar, pero con la pista puesta para ganar simpatías frente a las rabietas.

Y sí, este López Obrador es el más peligroso, vienen coletazos con furia asesina. Nada de lame duck…

Y todavía faltan 214 días para que termine el sexenio.


@LuisCardenasMX

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