La reforma eléctrica del presidente López Obrador nació muerta.
José Ramón Ayllón.
Francamente, nunca hubo gran posibilidad para su transición a la realidad, simplemente era una cuestión de aritmética: para que la propuesta pueda ser aprobada en la Cámara de Diputados se requieren de, al menos, 333 votos, la mayoría calificada, de los 500 totales. La 4T cuenta con unos 277 y tendría, sí o sí, que buscar unos 56 votos extras en la oposición.
Y esos votos no los encontrará ni en el PAN ni en el PRD ni tampoco en el PRI, que ayer se mostró, al fin, definido ciento por ciento.
Sí, aun cuando muchos pensaron que el partido podría ceder ante la tentación y convertirse en un aliado satélite del oficialismo rompiendo la Alianza opositora, ayer hubo una definición clara que habrá que reconocer, en su justa dimensión, a Alejandro Moreno.
Por desgracia, la propuesta de reforma eléctrica que ha puesto en la mesa la oposición y que corrige algunos excesos además de potencializar inversiones urgentes para la economía nacional, tampoco parece tener un buen augurio.
La reforma que propone la Alianza opositora propone que la energía eléctrica sea considerada un derecho humano, una transición a energías limpias con la participación directa del Estado y el sector privado, un modelo de contabilidad de energía generada alineado a prácticas internacionales que favorecen energía renovable permitiendo que cualquiera pueda acceder a energía asequibles e incluso se propone también el fortalecimiento de la CFE y hasta el aprovechamiento del litio.
Sin embargo, carece de chauvinismos y legajos cursis repletos de nacionalismos baratos, algo que no gusta al presidente que parece tener fobia a los tecnicismos y a la ciencia, apostando siempre a la pobreza y a lo rupestre como valor supremo.
La polarización causada por las posturas radicales hacen inviable que las partes puedan sentarse a negociar y el tema se quedará sumido en confrontaciones. Mala noticia para el país.
Seguramente, escucharemos descalificaciones viscerales emanadas de los principales cuadros lopezobradoristas en los siguientes días, pero al final, se quedarán solo en eso, en patadas de ahogado, en berrinches que cada día pierden fuerza.
La buena noticia es que se manda un buen mensaje al mundo: México aún no es el país de un solo hombre.
Habrá que esperar si en los siguientes días vienen venganzas de ese mismo hombre.
DE COLOFÓN
Y ahí viene el siguiente fracaso de la 4T en materia legislativa, el país que propuso el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, donde “el pueblo” elige a sus autoridades electorales sólo existe en la mente de los radicales del gobierno. Esa reforma tampoco pasará.
Y todavía faltan 909 días para que termine el sexenio.
@LuisCardenasMX