"Cuando el presidente lo hace, eso significa que no es ilegal" Nixon a David Frost
¿Cómo rayos escribió López Obrador tres libros durante su sexenio?, ¿será que, como dicen reportes militares filtrados hace tiempo, el presidente no hace otra cosa más allá de la mañanera?, ¿que termina su show y luego se encierra en sus oficinas para soñar con que, gracias a él, ya somos Dinamarca?
El primero, Economía Moral, publicado a finales de 2019, es el más breve de su obra como mandatario, tiene unas 198 páginas e intenta demeritar, sin argumentos científicos y muchos dogmas, la técnica económica, desprecia indicadores como el PIB y se lanza en un estilo de sermón contra la ambición humana y la riqueza de unos contra la pobreza de los otros. El Presidente enfermo de hubris pensó que su libro sería un referente internacional y que se colocaría a la par de los grandes economistas del planeta, pero la realidad es que más allá de las superventas que logra con sus millones de fanáticos, la cosa no pasó a mayores.
En el 2021 publicó A la mitad del camino, 328 páginas llenas de remembranzas de su vida política y una especie de objetivos para el final de su sexenio que, hoy vemos, no pudo cumplir, por ejemplo, en ese entonces López Obrador tenía esperanza de bajar la violencia, aunque nunca trazó ninguna estrategia para ello.
Y hace unos días llegó su último libro, ¡Gracias!, una especie de mañanera gigantesca, un monólogo cargado de marrullería, de pretextos, de resquemores y, hasta de alucinaciones.
Como todos sus anteriores libros, éste ha sido un éxito de ventas que por lo regular agota una buena parte de la primera edición y luego baja significativamente la euforia, entre varios sectores y políticos de la 4T se ha hecho casi obligatoria su compra, a veces por varios cientos de ejemplares, lo que lo dificulta saber de cuánto es realmente el interés del mercado editorial por los textos de AMLO.
Como sea, estamos a 228 días de que termine el sexenio, en unos 7 meses al fin podremos descansar del ultraprotagonismo de López Obrador y, pase lo que pase, vendrá una bocanada de aire fresco. Seguramente el 1 de octubre, cuando tengamos nueva presidenta, el país estará muy polarizado después de la elección, habrá un reacomodo en el tablero político donde se antoja que nadie se quedará con todas las fichas.
El Plan C del Presidente, avasallar en el Congreso, no es más que una ilusión barata con muy pocas posibilidades de concretarse, por el contrario, la siguiente presidenta tendrá que aprender a negociar con Cámaras donde tal vez ni siquiera existan cómodas mayorías simples.
Y ese 1 de octubre, no seremos Dinamarca en el sistema de salud, seguiremos teniendo masacres y atrocidades en gran parte del territorio, la pobreza y la desigualdad serán igual de evidentes como lo son hoy y el país seguirá cayendo a pedazos.
Ojalá que la siguiente presidenta escriba pocos libros durante su sexenio, a mí me gustaría que gobernara, que sirviera de algo.
Por cierto, ese 1 de octubre también iniciará el juicio histórico de López Obrador, quién sabe si le toque ver su paso a la historia como el de un accidente, un prócer o un payaso.
De Colofón.-
El domingo saldrán a las plazas públicas cientos de miles de ciudadanos en el país para defender la democracia, causa valiosa y poderosa. Empero, lo del domingo también es una marcha contra el presidente y eso se vale, todos lo sabemos, pero me parece muy curioso que la “marea rosa” se empeñe en no mostrarse abiertamente opositora. Para muchos, suena un poco a la vacuna de la derrota, si al final gana la 4T el próximo 2 de junio, en lugar de la autocrítica necesaria de la oposición vendrá el pretexto. Como sea, qué bueno que se tome la calle mientras sea en paz.
Y todavía faltan 107 días para las elecciones.