Francamente, parece que a la mayoría de la gente en este país le da exactamente igual si es la Guardia Nacional , el Ejército, una Policía Civil Federal o Superman o Batman, quien le garantiza seguridad.
—Maquiavelo
No me malinterprete, yo no quiero un estado militarizado , tampoco creo que López Obrador sabía lo que decía cuando antes, de opositor recalcitrante, le mentaba la madre al Ejército un día sí y al otro también… Cierto, no es lo mismo ser borracho que cantinero.
Pero, si los militares hubiesen cambiado el panorama y nos mantuvieran con paz, que se queden, si con ellos uno pudiera transitar sin el temor a perder la vida por una bala extraviada en las metrallas de Sinaloa o Guerrero o Tamaulipas o Morelos o Michoacán, pues que se queden.
Pero no es así, los militares a los que el presidente ha mermado en su investidura obligándolos a tareas que no les corresponden, tampoco han podido con el paquete de salvaguardar nuestra integridad.
Es fácil pedir que los soldados regresen a los cuarteles cuando vives en una zona de privilegio, cuando uno no puede diferenciar unos cohetes festivos de la metralla, cuando discute con un café de cien pesos en la mano sobre teorías de paz, ejemplos internacionales y respeto del Estado de derecho. Sin embargo, cuando viste al compadre descuartizado, la cosa cambia un montón, cuando te tocó vivir de cerca la violencia primero y la impunidad después, cuando la justicia fue erosionada entre la impotencia que terminó doliendo en las entrañas, sí, vaya que la cosa cambia un montón.
Los abrazos y no balazos se quedan en un discurso chocheante y hueco, porque sí, es cierto que la violencia puede, algunas veces que no siempre, encontrar su origen en las desigualdades, pero eso no puede justificar que si una persona disuelve cuerpos en ácido justifique sus acciones en la pobreza y tengamos que dejarlo libre con una beca de bienestar.
¡Es la impunidad!, da igual que al crimen organizado lo combata quién sea mientras no tengamos un sistema que garantice castigo a los responsables de las atrocidades a las que jodidamente nos estamos acostumbrando.
El país ya le pertenece a la maña en muchas regiones, abundan los sitios donde el crimen cobra impuestos y aplica su ley salvaje, saben, lo saben muy bien, que no les pasará nada, que aun si son detenidos serán liberados más temprano que tarde, saben que el sistema está podrido.
Es la impunidad, esa es la emergencia nacional y no otra. Pero claro, es mejor distraer con temas frívolos, un circo, es más fácil sacar a los payasos para que nos entretengan mientras bailan en charcos de sangre.
De Colofón
Un análisis del Centro Espinosa Yglesias nos coloca frente a la crisis educativa más grande en la historia reciente, “un país donde la movilidad social ascendente se convertirá en una posibilidad casi inexistente”... Y mientras tanto, todo parece indicar que la SEP quedará en manos de otra activista política.
Y todavía faltan 781 días para que termine el sexenio.
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