Durante muchos años, el Centro de Investigación y Docencia Económicas , el CIDE, ha formado cuadros de excelencia, hombres y mujeres jóvenes que ganan con mucho esfuerzo una beca en el extranjero y, en la mayoría de los casos, regresan para aplicar sus conocimientos y experiencia en beneficio del país.

“La mediocridad es la hija legítima de la corrupción”

González Moore.

El CIDE concibe un mundo interconectado, reconociendo la importancia de México en el concierto global, en el Centro conviven igual pensamientos de izquierdas o de derechas, más moderados o más radicales pero, eso sí, casi siempre pensamientos de vanguardia.

El presidente López Obrador es un antagonista de las vanguardias, es un enemigo de la técnica y de la especialización, a la 4T le chocan las complejidades y prefiere la sencillez de lo aldeano.

De ahí que el candidato de López Obrador para el CIDE es eso, un aldeano, un hombre que por sus dichos parece esconder más resentimientos que éxitos, un clásico soldado al servicio de la “transformación” que desborda adjetivos eclosionados en el rencor. Un partidario de la soberanía científica.

El doctor J osé Antonio Romero Tellaeche , que presume ya tener amarrado el puesto, sostiene, por ejemplo que el CIDE se prostituyó al servicio del neoliberalismo.

La visión estrecha de Romero, ahora director interino en espera (o no) de su ratificación, truena con la visión de los cuadros que hoy constituyen al CIDE: Romero quiere un pensamiento único, una institución focas que aplaudan al sin dudar a la 4T y al presidente, ¿datos?, ¿técnica?, ¿ciencia?... No, ahí solo vale la lealtad.

Quizá por eso es que el pasado jueves 11 de noviembre, durante la auscultación interna que marca el reglamento para elegir al nuevo director, Romero terminó mal y de malas con sus pares, con sus compañeros, ese día Romero perdió, salió raspado por el conjunto de investigadores que no lo ven bien, ni lo aceptan, como su director.

Sin embargo, las reglas son complejas y marcan, además, una “auscultación externa” que Romero pasó sin problemas el viernes 19, fue un encuentro con los compadres de una vida, algo así como un examen de oposición entre cuates.

Lorenzo Meyer, uno de los porristas favoritos del presidente y gran amigo de Romero, fue uno de sus “auscultadores”, junto a su compañera en la Academia Mexicana de Economía Política , María Teresa Aguirre Covarrubias, y la coautora de su libro “Efectos económicos y sociales del TLCAN”, Alicia Puyana Mutis.

Ahora, con la justificación de las buenas notas de sus amigos, la directora del Conacyt, María Elena Álvarez Buylla podrá otorgar a Romero el mazo con el que desmantelará una de las instituciones de mayor orgullo para los aspiracionistas mexicanos.

Por desgracia, parece que la salida de la Dra. Catherine Andrews y del Dr. Alejandro Madrazo Lajous son solo el principio de una reconfiguración que pretende colocar alfiles ideológicos al servicio del lopezobradorismo.

Lástima por las nuevas generaciones que verán, si deciden quedarse ahí, cómo se diluye la meritocracia y la cultura del esfuerzo entre zalamerías y cebollazos a un régimen de aspiraciones totalitarias, aunque no podemos descartar la posibilidad de que esos jóvenes, frente a una imposición tan grosera, frente al insulto, exploten en un movimiento estudiantil de pronóstico reservado.

DE COLOFÓN

.- Van acumulándose denuncias de empresarios pymes ligados a la construcción, hablan de abusos cometidos por militares en contratos para obras de infraestructura. Una denuncia anónima a este espacio dice que los militares piden entre el 15% al 25% de moche, además de castigar los precios generando pérdidas importantes para las empresas.

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