“Nadie instaura una dictadura para
salvaguardar una revolución, sino que
la revolución se hace para instaurar
una dictadura.” —George Orwell.
Pues, vamos que no entiendo nada... ¿No que los delitos electorales eran cosa grave, gravísima, que ameritaba que los sospechosos se pudrieran en la cárcel mientras se determinaba su culpabilidad o inocencia?, ¿que para la Cuarta no era acaso una felonía mayúscula el mapacheo y ya no se diga tirar un sistema de conteo de votos?, ¿si sabían que Evo es, cuando menos, sospechoso de fraude, verdad?, ¿si sabían que su gran cuate, de resultar culpable, dejaría un fraude como el de Salinas 88 en pañales?
Si para algo ha sido útil el gobierno del Presidente López Obrador en su primer año ha sido para dividir radicalmente a la sociedad mexicana.
Me extraña mucho que hoy, vocinglero, al canciller Ebrard se le nota sumamente proactivo por Bolivia, acusando a la OEA y señalando un golpe de Estado que es, de menos, cuestionable entre la comunidad internacional.
Me extraña tanto porque fue esa misma Cancillería, pero en su fase queda y chitona, la que optó por mirar al otro lado, por chiflar en la loma durante la represión venezolana de hace unos meses, porque este gobierno de la Cuarta aceptó sin rezongar, como un falderillo, a un criminal como embajador enviado por Caracas y se hizo guaje frente a la presión occidental por juzgar a un dictador como Nicolás Maduro… Sí, la Doctrina Estrada como la política del avestruz que se esconde entre la tierra, como la carta comodina ante las ideologías afines.
Recibir a Evo Morales como un asilado político es desconocer, al mismo tiempo, el fraude electoral que se cometió contra el pueblo de Bolivia y que fue ampliamente documentado por organismos y observadores internacionales, de pasada, se valida una mentira, pues nadie ha perseguido a Morales, las autoridades del país han desmentido al expresidente y confirmado que no existe ninguna orden de aprehensión en su contra.
Si Evo decidió renunciar, habría que poner atención a la gran falta de apoyo popular y al hecho de que los militares, que eran su único sustento en el poder, decidieron no reprimir al pueblo bolivariano ante un jefe carente de legitimidad. Siempre hay más narrativas, adicionales a las del socialismo anquilosado.
Evo Morales intentó en el 2016, violando la Constitución que él mismo redactó, permanecer en el poder de forma indefinida, un referéndum mandó un claro mensaje de los ciudadanos: no queremos reelección indefinida ni mucho menos a un potencial dictador.
La respuesta de Morales fue casi del manual de un represor latinoamericano, comenzó a desmantelar los pocos órganos autónomos que quedaban y para 2017 el Tribunal Superior de Justicia parió una joya: “poner límites a la duración del mandato de Evo era una violación a sus derechos humanos”.
Al menos, habrá que celebrar el fin de la mascarada mexicana en el papel del juego internacional: habrá que ubicarnos entre los países de cortes o inspiraciones socialistas, con afanes totalitarios y tentaciones antidemocráticas.
Podemos convertirnos en los líderes de las repúblicas bananeras, ¿a poco no están emocionados?
De Colofón
¿Qué necesidad había para comparar a Bolivia con Alemania?, con eso de que la CDMX va requetebién.