“La miseria, la ignorancia, las enfermedades y los vicios esclavizan a los pueblos”
Lázaro Cárdenas.
Con lágrimas, que parecían de cocodrilo, Ernesto Prieto Ortega, director de la Lotería Nacional, comparaba al presidente López Obrador con Lázaro Cárdenas, mucho peor continuó después la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, haciendo una metáfora de la rifa del avión presidencial, que ni fue rifa ni resolvió nada sobre el avión, con el pueblo que en 1938 entregaba “hasta sus argollas de matrimonio” para ayudar a México a pagar el costo de la expropiación petrolera.
Si nos ven como el mismo pueblo de 1938, estamos fritos, en 82 años algo habremos evolucionado, de entrada, por ejemplo, nos dimos cuenta que el nacionalismo petrolero no ha conseguido mucho más que hacernos dependientes de una industria en declive y que la aversión a la riqueza tiene una cosecha dolorosa: más miseria.
Lo peor es que López Obrador sí pudo haber optado por un mecanismo similar al del Tata Lázaro, ¿a poco usted no hubiese donado una lana, de buena fe, para ayudar al personal médico frente a la pandemia?, ¿a poco no le hubiera entrado con algo, sin importar siquiera la deducibilidad fiscal, para que el recurso fuese directamente entregado a hospitales?
El presidente pudo haber utilizado su gran (¿o supuesto gran?) poder de convocatoria para lanzar una campaña de donaciones directas, que con todos los contras que eso implica, hubiese sido mucho más aseada que el timo vulgar de la rifa del avión.
Lázaro Cárdenas tuvo algo que López Obrador jamás tendrá mientras camine por la ceguera de la ideologización, el Tata fue un estadista, un hombre que convocaba al pueblo para el beneficio del pueblo, el Tata construía puentes y derribaba muros, convencía y pactaba, Andrés Manuel, por el contrario, divide y destruye.
Tuvimos la oportunidad de que nuestro presidente fuese un convocador de esfuerzos para que juntos, todos los mexicanos, aportásemos algo en beneficio de todos, pero aunque dice que su “fuerte no es la venganza” nuestro presidente optó por la víscera y, hoy, el resultado de su bilis está impregnado en las muertes que pudieron evitarse y en la polarización que se va convirtiendo, poco a poco, en odio creciente entre compatriotas.
El fraude está a la vista, no se recaudó casi nada por el pueblo bueno, la mitad de los boletos fueron vendidos mediante algo similar a la extorsión a un puñado de empresarios que pagaron el tamal más caro de la historia.
Jorge Mendoza Sánchez, director de Banobras, sabe muy bien que aún se debe liquidar el crédito del avión a la Institución y sabe también, con sus estudios en Harvard, que no se les regalaron 500 millones de pesos a los hospitales en forma de cachitos… Se aportó solo eso, ¡cachitos!, papeles que hoy no valen ya ni el dibujito impreso.
¡Felicidades a los 5 o 6 hospitales que ganaron sus 20 millones de pesos!, ¿Qué hacemos con los 945 que faltan?, ¿con esos hospitales que, en su miserable fortuna, no pudieron ganarse la lotería?, ¿qué se rasquen con sus uñas?... ¡Vaya!, eso sí que es neoliberalismo y no jaladas.
Creo que el poder y la afición por el pleito ha cegado a nuestro presidente, nos urge un Tata Lázaro, uno de verdad. Nos urge un estadista, aún hay tiempo.
DE COLOFÓN
Ayer platiqué con Pablo Gómez en MVS Noticias, vale mucho la pena escuchar su reflexión sobre el significado catártico que tiene, de fondo, la consulta para llevar o no a juicio a los expresidentes.
En el día de las rifas, hubo un ministro que se ganó la del tigre, vaya reto que tendrá su señoría, Luis María Aguilar Morales.