Conocí a Jesús Murillo Karam en el 2017, unos días después de haber publicado en EL UNIVERSAL una columna sobre el caso Ayotzinapa, donde criticaba su fanfarronería al defender la verdad histórica como un dogma y su petulante “ya me cansé”. ( )

Me recibió en su casa de Las Lomas, una mansión bellísima y diseñada en muchos de sus detalles por él mismo que, para entonces, ya no era más el poderoso procurador sino un hombre expulsado del sistema, enviado a la “banca” y obsesionado con el caso que le costó su carrera, era un tipo inmerso en su enorme biblioteca que revisaba todos los días cada proceso, cada documento, cada testigo y cada paso de su investigación. Murillo Karam comía, bebía, respiraba y dormía Ayotzinapa.

Me contó, a condición de mantenerlo en reserva, que se sintió traicionado por el presidente Peña Nieto que lo cesó, casi un año después de la masacre, en agosto de 2015, Murillo Karam había sido sacrificado por el sistema para salvarle el pellejo al presidente, lo aceptaba pero, era claro, le costaba trabajo tragárselo.

Creo que sabía que algo como lo de hoy podría pasarle, recuerdo que le preocupaba mucho la sucesión y que veía un peligro para su futuro en López Obrador, intuía lo que podía venir pero, sin embargo, nunca huyó como lo hizo Tomás Zerón de Lucio .

Hoy, el otrora poderoso Murillo Karam dormirá la primera de sus noches en prisión y, a diferencia de otros presos de carácter político, él no será juzgado por ratero sino por asesino, ¡vaya que el símbolo no es menor!

Políticamente habrá muchas lecturas, pero con Murillo en la cárcel el país no cambia su rumbo hacia el abismo económico, social y de seguridad en el que va.

Con Murillo en la cárcel tampoco creo que se resuelva algo que cambie radicalmente su verdad histórica.

Con Murillo Karam en la cárcel sí va, clarito, un mensaje para los opositores: para tener la lengua larga, primero hay que tener la cola corta.

@LuisCardenasMX

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