Ya he comentado en esta columna las sorpresas que aparecen en las casas de subastas de todo el mundo, desde los andares de una cómoda que perteneció a la hijastra de Luis XV, mobiliario del Palacio de Versalles hasta los tumultos de la Revolución Francesa en 1789 cuando la subastan y 275 años más tarde tras muchas vicisitudes regresa a la misma habitación donde estuvo previo a la Toma de la Bastilla. O la historia del jarrón de cloisonné del periodo Meiji (1868-1912) que estuvo a la vista de todos en un restaurante en San Francisco durante 100 años y que finalmente después de aparecer en la subasta de los contenidos del lugar se reunió nuevamente con los otros dos jarrones del juego que se mostraran en 1893 en la Exposición Mundial Colombina en Chicago, Estados Unidos.
Lev Grossman: Unpacking my library: Writers and Their Books, 2011.
En esta ocasión me encontré un artículo muy interesante de Andrea Friedireci Ross en el número de otoño de la revista Fine Books and Collections. Nos da a conocer lo que sucedió con la biblioteca de Edith Rockefeller McCormick (1872-1932).
Edith fue la cuarta hija de John D. Rockefeller (1839-1937), fundador de la Standard Oil (1870), considerado el hombre más acaudalado de la era moderna. Se casó con Harold Fowler McCormick (1872-1941), hijo del fundador de International Harvester (fabricante de equipo agrícola, entre otras maquinarias), dueño también de una gran fortuna.
La pareja puso sus caudales a trabajar apoyando a la ópera, estableciendo un hospital y hasta un zoológico, además de una tremenda colección de antigüedades, sobresaliendo una vajilla de plata de 1,600 piezas que Napoleón regaló a su hermana por su boda, un tapete que perteneció a Pedro el Grande, tapices góticos y joyas que pertenecieron a la Corona Rusa, todo con la idea de donar estos bienes a un museo en Chicago. Sin embargo, la fortuna no los protegió de la tragedia, dos de sus cinco hijos murieron, esto los hizo buscar refugio en Suiza con el psiquiatra y psicoanalista más famoso de su época Carl Jung (1875-1961). Edith se quedó 8 años con Jung y además de que fue una de sus mayores patrocinadoras, se convirtió en analista. Cuando regresó a los Estados Unidos encontró que su marido Harold ya estaba en los brazos de una cantante mediocre de ópera, la polonesa Ganna Walska, quien hizo que terminara el matrimonio. Por esa misma época, en un rapto de excentricidad o locura, Edith se reivindicó como la reencarnación de la niña-esposa del faraón Tutankamón.
El divorcio, junto con la gran caída del mercado en 1929, devastó a Edith emocional y financieramente, muriendo de cáncer en 1932 a los 59 años. Su posesión más importante, la biblioteca de más de 15 mil volúmenes, fue subastada por la American Art Association Anderson Galleries (AAA) de Nueva York en febrero de 1934.
A Edith la prensa y la gente siempre la tomó como una socialité, derrochadora, una oveja negra, nunca se le consideró por lo que hizo. Si hubieran investigado un poco sería recordada como una de las grandes intelectuales de Estados Unidos, escribe Friedireci. Fue una mujer en busca de la verdad, erudita kantiana, los libros eran su sustento, expandiendo su pensamiento que le daba esa cosmovisión, para ella leer era más importante que comer, sufría de agorafobia por lo que pasaba mucho tiempo en su biblioteca.
La biblioteca contenía una de las colecciones de estudios kantianos más completas que haya habido, muchos libros sobre epistemología, religión, ética, psicología, astrología y otros temas tan mundanos como tiro al arco, jardinería, tapetes orientales, arte, historias de fantasmas. La subasta dispersó la biblioteca, con algunos libros vendiéndose individualmente, otros en lotes, como 400 libros de psicología, 143 tomos sobre Goethe (en ese momento la más grande colección de ese género), dos grupos grandes separados de Shakespeare… todos con el famoso ex libris ERMcC.
¿Dónde fueron a dar todos estos libros? Es un misterio, una parte de ellos encuadernados por Doves Bindery que trabajaba para Kelmscott Press, fundada por William Morris en 1891. La biblioteca contenía 53 volúmenes reconocidos por su alta calidad, ya que utilizaban métodos de impresión como si fueran incunables, la firma cerró sus operaciones en 1898. Contenía muchos libros autografiados por James Joyce, a quien Edith ayudó mientras escribió su Ulises (publicado en inglés en 1922 en París por Sylvia Beach y su Librería Shakespeare), una Biblia que perteneció al crítico de arte John Ruskin con sus anotaciones. También volúmenes de Lord Byron, Jean-Jacques Rousseau o Robert Browning. El total de la venta alcanzó la cifra miserable de 4,282 dólares, que no reflejó para nada la calidad de los ejemplares magníficos que integraban tal acervo.
Ejemplares de la biblioteca han reaparecido de vuelta en subasta, por ejemplo un manuscrito del poema de Henry Wadsworth Longfellow, Saga of the Skeleton in Armor, vendido en 1934 y otra vez en almoneda en 1938 justo en Parke Bernet en Nueva York (precedente de lo que al paso del tiempo se transformaría en Sotheby’s), otra vez en la liquidación de los bienes de William Randolph Hearst, para volver en 1954 con la colección de Walter P. Chrysler Jr. también en Parke Bernet; en 1988 se remata en Christie’s Nueva York, formando parte de la colección del librero anticuario John F. Fleming y por último en Bonhams en 2017 donde no alcanzó la reserva de 15,000 dólares.
Otra joya que volvió a subastarse, esta vez en Christie’s Nueva York alcanzando un precio de 15,000 dólares es una primera edición de Los nueve libros de la historia de Herodoto de Halicarnaso, en versión original griega de 1502 anotada en sus márgenes, del más afamado impresor veneciano, Aldus Manutius, si bien oriundo de Roma y que fuera patrocinado en 1490 por Giovanni Pico della Mirandola, autor de la Oratio de hominis dignitate (Discurso sobre la dignidad humana, 1486, reconocido como el Manifiesto del Renacimiento) para instalarse en la ciudad flotante, cuyos libros se identifican con el emblema del ancla y el delfín entrelazados y el lema Festina Lente, que significa “apresúrate despacio”…
Fue una auténtica erudita en la integración de su colección, en 1911 se publicó que había comprado la primera edición en inglés de The Two Knights of the Swan, Lohengrin and Helyas en la puja de los haberes de Robert Hoe III, coleccionista de libros raros y manuscritos por 21,000 dólares (equivalente a 500,000 dólares de ahora), esto la posicionó como bibliófila de postín. Tan codiciado material no salió a la venta en la subasta de 1934. ¿Dónde estará ahora?
Leyendas de Arturo (Arthurian legends), C’est l’histoire du Saint Greall (La historia del Santo Grial) el marchante Phillip J. Pirages, especializado en libros y manuscritos medievales, lo ofreció hace unos doce años con ex libris de sus propietarios más recientes como Maurice & Edward Schenck, George Abrams, quien lo adquirió en 1988 por 12,000 dólares. Antes de la subasta de Rockefeller McCormick en 1934 ya tenía los emblemas de André Prosper, Victor Massena, príncipe d’Essling, Edward Vernon Uttersen, del comerciante en libros raros Bernard Quaritch, William Morris - Prescott Press, Richard Bennett y Edith Rockefeller McCormick, quien lo mandó re-encuadernar.
Seguirán apareciendo obras que porten el ex libris con las iniciales ERMcC, de la coleccionista que murió ignorando que todo el amor y esfuerzo que dedicó a su biblioteca terminó dispersándose en las manos y los anaqueles de un gran número de nuevos lectores y coleccionistas. Para su tranquilidad y satisfacción sobrevivirán la incuria del tiempo…