En la Subasta de Libros, Grabados, Documentos y Autógrafos del 23 de enero de 1997 en Morton Casa de Subastas salieron a remate dos cartas de especial valor histórico. Sobre ello su propietaria comentó que: “hurgando en un baúl que estuvo arrumbado muchos años en un cuarto lleno de triques de mi casa me encontré estas dos cartas...”.
Los remitentes de las misivas eran de una Fernando Maximiliano de Habsburgo (1832-1867) y de la otra su consorte Carlota (1840-1927), hija del rey Leopoldo I de Bélgica y de la princesa María Luisa de Orleans.
Ambas comunicaciones fueron escritas a bordo de la fragata Novara, nave de guerra de tres mástiles y velas cuadradas, que los transportó a tierras mexicanas, arribando al puerto de Veracruz el 28 de mayo de 1864, para tomar posesión del Segundo Imperio mexicano.
La carta escrita por Carlota, firmada y fechada en Veracruz el 28 de mayo de 1864, la dirige a doña Dolores Quesada de Almonte, a quien le comenta que: “atendiendo a las relevantes cualidades que adornan a usted y al deseo que me anima a tener en la corte cerca de mí, mejicanos que, como usted, honran nuestra patria”. Este documento salió a venta con el lote número 140 y estimados de 4,000 a 4,500 pesos. Tras cerrada competencia entre tres asistentes, alcanzó el precio de martillo de 28,140 pesos (incluyendo las comisiones).
La otra comunicación, el lote número 156, la dirigía Maximiliano de Habsburgo al general Juan Nepomuceno Almonte (1803-1869), hijo fuera de matrimonio del sacerdote insurgente y revolucionario José María Morelos y Pavón con Brígida Almonte. En un pasaje le prometía que: “En el momento que reciba de vuestras manos los negocios del Imperio, me apresuro a daros, ante el país entero que os debe tan grandes obligaciones, una prueba pública de mi reconocimiento”, firmada y fechada el 29 de mayo de 1864. Los estimados fueron iguales a los anteriores, adjudicándose por $58,625 (incluyendo las comisiones).
La puja por las cartas estuvo muy reñida, la de Carlota la adquirió un coleccionista de Monterrey y la del Emperador uno de la Ciudad de México.
En esta subasta sucedió lo mismo que les compartí en la columna de la semana pasada de cuando salieron a la venta dos pinturas de Luis Coto de la Hacienda de La Teja colocándose por separado, mismo desenlace ocurrió con las misivas imperiales, que tomaron caminos diferentes y quizá nunca se vuelvan a encontrar.
Varios años más tarde, un buen día recibí una llamada telefónica del coleccionista que compró la carta de Carlota, me habló exclusivamente para preguntarme si existía la posibilidad de conseguir la de Maximiliano, ya que estaba arrepentidísimo de no adquirirla. En aquel momento, por alguna razón que desconozco, nuestro amigo abandonó la competencia, perdiendo la oportunidad de conseguir el par de cartas redactadas en la Novara.
En las subastas es muy frecuente que a la hora de la verdad uno de los postores renuncie a levantar la paleta, tal vez por pensar que ya se le fue de las manos la oportunidad y que deberá pagar de más por el lote, abandonando la puja en beneficio de su competidor. Más tarde vendrán los arrepentimientos y es aquí donde aplica la frase que reconoce que: “uno se arrepiente más de lo que no compró que de lo comprado”.
Datos curiosos:
La fragata Novara de bandera austriaca, desplazamiento de 3 mil toneladas y armada con 60 cañones, fue botada en 1850 y bautizada en homenaje a la victoria obtenida en 1849 por el mariscal Johann Joseph Radetzky (1766-1858), a quien por ello mismo el compositor Strauss padre le dedicara la famosa marcha militar, fue un noble checo nacido en Bohemia que encabezó el ejército del Imperio austriaco contra las tropas sardas comandadas por el rey de Cerdeña, duque del Piamonte y príncipe de Carignano, Carlos Alberto de Saboya (1798-1849), en esa ciudad italiana, en lo que se conoce como la Primera Guerra de Independencia de Italia y por su unificación.
Maximiliano llegó a nuestro país en la Novara y tres años más tarde la misma fragata lo regresaría, sólo que en un ataúd. La nave pasó a retiro de la armada en 1876 sin ser dada de baja para convertirse en buque escuela.
El general Juan Nepomuceno Almonte, hombre culto, con experiencia en los negocios públicos y cosmopolita (hablaba español, inglés y francés) fue un político y diplomático destacado, veterano de las batallas del Álamo y San Jacinto, Ministro de Guerra y Marina (1841) y embajador en los Estados Unidos (1850). Formó parte de la Junta Superior de Gobierno que ofreció la Corona del Segundo Imperio Mexicano a Fernando Maximiliano de Habsburgo Lorena en el Castillo de Miramar (1864). Murió en París (1869) buscando apoyo de Napoleón III para salvar al Imperio.