En la Universidad Iberoamericana hoy nos toca hacer una pausa. La hacemos para revisar y evaluar nuestro camino; para proyectarnos al futuro y, como decimos los jesuitas, para agradecer por tanto bien recibido.
Son dos coyunturas las que nos invitan a pausar: el pasado lunes 20 de febrero presenté mi primer informe como rector de la Universidad Iberoamericana CDMX y este año celebramos los primeros 80 años de vida de nuestra casa de estudios.
Ambos momentos son oportunidades para reafirmar nuestra apuesta por ser una institución que transforma positivamente nuestra sociedad. Que, a ocho décadas de existencia, mantiene su actualidad y pertinencia para la sociedad mexicana, la región y el mundo.
Lo hacemos como hemos trabajado desde nuestra fundación: a través de la formación universitaria en la excelencia académica y humana; con la claridad de que el conocimiento debe ponerse al servicio de la sociedad; en vinculación y diálogo con la totalidad de los actores sociales y con el respaldo de 450 años de tradición educativa jesuita.
Desde ese enfoque, la Ibero ha estado presente y ha respondido a las grandes coyunturas sociales de la ciudad y del país. A través de educación de la más alta calidad académica, hemos formado a personas que han trabajado incansablemente por la construcción de una sociedad más justa, libre y democrática.
Hoy, al igual que en otros momentos, nos toca vivir en un mundo en el que convergen diferentes crisis: de derechos, de violencia, económica y climática, por mencionar algunas. En mi informe, a un año de asumir la rectoría, refrendé mi compromiso para asegurar que la Ibero -a través de la docencia, investigación y vinculación- mantenga su capacidad para proponer soluciones creativas y colectivas a dichas crisis.
Así, en un contexto en el que parecen cerrarse las posibilidades de encuentro, la Ibero apuesta por constituirse como un nodo convocante que congregue a las personas, instituciones y organizaciones que apuesten por el diálogo y los gestos de inclusión. Nuestro deseo es abrir comunidades de diálogo a partir del reconocimiento de lo disidente y ofrecer posibilidades de emancipación frente al avance de diversos modos de dominación.
Lo hacemos con la esperanza puesta en la capacidad transformadora de la educación. Con la certeza de que la Ibero tiene la capacidad para nutrir los sueños de quienes estudian en nuestra universidad y brindarles la confianza necesaria para cambiar nuestras sociedades desde cualquier disciplina en la que decidan formarse.
Ello nos exige mantenernos y apostar por la vanguardia educativa y tecnológica. Mi visión al frente de la universidad es que la Ibero sea un ecosistema de innovación que posibilita el diseño de acciones creativas y propuestas de solución que se ponen al servicio del país.
A ochenta años de trabajo, hoy damos los pasos necesarios para ser una Ibero que se renueva y responde a las necesidades de nuestro tiempo; que construye proyectos de futuro que encuentran su concreción en el presente y que se fincan en la reconciliación y la justicia.