Desde hace varias décadas, los mexicanos hemos enfrentado diversas formas de violencia. En momentos clave, las personas han salido a las calles a veces movidos por la rabia, otras por la tristeza, pero siempre con la intención de encontrar la verdad, acceder a la justicia, encontrar reparación del daño y lograr la no repetición de las distintas tragedias sociales. Y sin embargo, no lo hemos logrado. Los gobiernos cambian, las estrategias de seguridad sufren ajustes y las distintas formas de violencia se siguen manifestando y recrudeciendo a lo ancho y largo del país.
El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad fue un punto de inflexión. El saldo de la guerra contra el narcotráfico detonó las distintas caravanas por la paz. Estas le dieron voz a quienes han sufrido la violencia en carne propia. Se recorrieron kilómetros y se articuló una agenda que derivó en una Ley General de Víctimas. En ese trayecto, las víctimas dejaron de ser cifras y recuperaron sus nombres, pero pocas accedieron a la justicia. Por el contrario, hay quienes en su lucha encontraron indiferencia y muerte.
En otro momento, se organizaron mesas de diálogo, se recuperaron relatorías, se construyó una ruta ciudadana que incluía cuatro pilares básicos –un mecanismo internacional contra la impunidad que fortaleciera las capacidades de investigación y que contrarrestara la impunidad; una Comisión de la Verdad y la Memoria Histórica capaz de visibilizar a las víctimas e identificar a los perpetradores de violaciones graves a los derechos humanos; un modelo de reparación extraordinario con un programa accesible para las víctimas y una vía de participación ciudadana en el desarrollo y ejecución de políticas públicas en el que se incluía la experiencia acumulada para garantizar una justicia transicional para el país.
Con el tiempo, las propuestas fueron ignoradas y las estrategias de seguridad permanecieron casi idénticas.
El próximo mes de septiembre, el Movimiento por la Paz cumplirá trece años. Muchos otros colectivos lo han acompañado haciendo trabajo desde sus localidades, buscando a sus familiares o tratando de recuperar espacios públicos para dar opciones a los jóvenes.
En este largo recorrido, los distintos esfuerzos convocados desde la sociedad no han logrado articularse. Por el contrario, intereses políticos han buscado dividir y alimentar el encono entre la sociedad.
Por ello un grupo de 175 organizaciones, universidades y colectivos se han dado cita en una Conferencia Nacional de Paz que se desarrollará los próximos 22, 23 y 24 de marzo en el Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México. El objetivo es hacer un balance de lo aprendido hasta ahora para ayudar a articular todas las iniciativas construidas desde la sociedad. Se trata de una búsqueda de formas de acción colectiva.
Sin protagonismos y con la legitimidad que otorga el derecho a la participación ciudadana, escucharemos y compartiremos las propuestas de personas y grupos que han vivido bajo violencia directa como los feminicidios, la desaparición forzada, los desplazamientos, la violencia contra pueblos indígenas, los jornaleros, los migrantes o la prisión injustificada. También, escucharemos a quienes viven bajo amenaza de violencia, como los defensores del medio ambiente, los periodistas, los pacientes sin medicamentos, las trabajadoras sexuales, las personas en situación de calle y otros más. Finalmente, el tercer día escucharemos a quienes de manera inagotable y con convicción han trabajado en la promoción de derechos fundamentales, la creación de comunidad y la construcción de paz.
Escucharnos, entendernos, abrazarnos es una forma de respaldar a quienes no han logrado que se haga justicia. Es una forma de rechazar la violencia y detonar la conversación de paz que el país se merece.
Investigadora de la UdG
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.