En vísperas del final anunciado no sólo de su gobierno sino de su papel como líder en activo de un movimiento político —y al margen del juicio que cada quien haga sobre la naturaleza del largo e improbable, por accidentado, camino que debió recorrer el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para llegar a donde llegó— es claro que la trayectoria del singular político tabasqueño es realmente excepcional y que, finalmente, logró lo que buscó: empujar hacia la izquierda el desarrollo democrático del sistema político mexicano y, en el proceso, dejar una profunda huella personal.
Lo improbable de AMLO y del lopezobradorismo está en el principio mismo. Las condiciones sociales y familiares del despegue estuvieron lejos de ser las adecuadas. En el México de los años 60 y 70 del siglo pasado -cuando el régimen priista alcanzó su apogeo- para quien pretendiera desde Tepetitán, Tabasco, un lugar en la clase política era necesario salir de su pueblo y obtener algún título académico -de preferencia de la UNAM- para luego acercarse al PRI (desde Garrido Canabal Tabasco era tierra de un auténtico partido de estado) para luego iniciar desde abajo la carrera propiamente política.
AMLO lo logró pese a no tener apoyos familiares a lo Carlos Salinas, Peña Nieto o al menos a lo Roberto Madrazo. Empezar el ascenso trabajando varios años en la zona chontal, le puso en contacto con lo más profundo del “México profundo”. Su tesis de licenciatura en ciencia política fue una zambullida en la “alta política” del pasado y le permitió examinar la naturaleza del inicio del Estado nacional mexicano, una etapa de lucha feroz entre los intereses ideológicos y económicos del estatus quo y los del cambio. También le hizo comprender de los límites del cambio cuando este se queda en las partes superiores de la estructura social.
El joven AMLO sin lazos y recursos económicos familiares que le sirvieran de apoyo a su proyecto tuvo que construirlos desde los cimientos, conoció desde dentro al PRI local y debió aceptar que ese partido simplemente no podía ser un instrumento para el cambio. Al final de los 1980 tomó una decisión personal crucial: rechazar la oferta de ser oficial mayor del gobierno tabasqueño para insertarse de lleno en la oposición democrática, pacífica y de izquierda encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas. De sus esfuerzos y fracasos como opositor en Tabasco primero y a nivel nacional después aprendió a exponer con éxito el Talón de Aquiles del sistema priista: la corrupción de un sistema que disponía de recursos materiales y políticos legales e ilegales en abundancia, pero con un notorio y creciente déficit de legitimidad.
La tenacidad, imaginación, y sensibilidad política de AMLO combinadas con un discurso comprensible y una conducta política y personal congruente terminaron por hacerlo un líder efectivo y carismático. Sus interminables recorridos por toda la geografía mexicana y a ras del suelo le dieron un conocimiento excepcional del país, pero también llevaron a que el país tomara nota del líder y de su proyecto: la “reconstrucción nacional” a partir de una propuesta: “por el bien de todos, primero los pobres”. Al final, ese político que vino del sur profundo logró sin recurrir a la violencia generar una movilización que abrió la posibilidad de un cambio de régimen dentro de una institucionalidad diseñada para lo opuesto, para mantener un estatus quo conservador y cuya divisa implícita era “por el bien de los pocos, primero las grandes concentraciones de la riqueza”.
Quizá la toma del control del gobierno por el lopezobradorismo en 2018 por la vía democrática cogió por sorpresa a una oligarquía acostumbrada a que la clase política simplemente gestionara sin cuestionar la buena marcha de sus intereses. Quizá también esos intereses confiaron en que el poder norteamericano se encargaría de interferir con el proyecto de la izquierda -política que Washington si está intentando, pero la interferencia directa, pero lo está haciendo al final del sexenio y tras la reafirmación del respaldo masivo en las urnas a la continuidad de la 4T.
El resultado de la elección del 2 junio fue la culminación de los afanes de AMLO. En principio él saldrá del centro del escenario político en unas semanas, pero la 4ª Transformación se quedará. La presidenta electa Claudia Sheinbaum y el partido del lopezobradorismo triunfaron de manera arrolladora en la elección que decidió el futuro inmediato del país justamente por haber hecho explícito su compromiso de continuar el cambio de régimen político. Es claro que ese cambio aún tiene mucho camino por recorrer y obstáculos mayores que superar antes de poder proclamar que se alcanzaron los objetivos. Visto así, la conclusión del sexenio encabezado por el personaje de Tepetitán no sería realmente un final sino el inicio de un proceso de plazo largo.