Suponiendo, sólo por suponer, que las encuestas tengan razón y en 2024 la 4T refrende su derecho a mantener el control del Poder Ejecutivo Federal, ¿cuáles serían algunos de los retos en su agenda?
Bueno, quizá el primero es mantener la esencia de la 4T y que puede resumirse así: la elección presidencial de 2018 se convirtió en una coyuntura crítica, una que abrió la posibilidad de modificar de manera sustantiva las variables centrales del juego del poder en México.
Desde esa perspectiva, el objetivo cuatroteísta tendría que ser el refrendar en las elecciones de 2024 un mandato claro de mantener el control de las estructuras de gobierno y seguir en su empeño de usarlas para modificar el régimen político en beneficio de los sectores mayoritarios, de los “plebeyos”. Y por régimen debe entenderse “el conjunto de las instituciones [formales e informales] que regulan la lucha por el poder y el ejercicio del poder y de los valores que animan la vida de tales instituciones” [Bobbio, Norberto y Nicola Matteucci, Diccionario de política, (Siglo XXI Editores, 1982)]
Al quinto año de un gobierno sexenal, la 4T enfrenta, como reto vital, la sustitución de su fuerte e indiscutiblemente carismático liderazgo original por otro que debe surgir de circunstancias diferentes, más rutinarias y menos extraordinarias. Y como el carisma por su propia naturaleza no puede heredarse deberá ser sustituido por otro “estilo de gobernar” y ese estilo y sustancia deben legitimarse pronto y en la práctica.
Hasta ahora, los momentos críticos de la sucesión al más alto nivel de la organización de la izquierda en el poder se han resuelto porque en buena medida la influencia del Presidente y su capacidad de mantener la disciplina en las filas de la izquierda se ha ejercido. Sin embargo, está previsto que en unos meses ese factor dejará de operar. Tales circunstancias pueden propiciar el surgimiento de conflictos internos y abrir las puertas a maniobras que los adversarios pueden aprovechar. La heterogeneidad de Morena puede hacerla vulnerable al entrar en terra incógnita, que significa el proceso de transmisión y rutinización de su liderazgo. Ya sin AMLO al frente, el surgimiento y consolidación de corrientes internas y sus choques por ganar espacios de poder, pueden llevar a desenlaces similares a los que arruinaron proyectos anteriores, como fue el caso del PRD.
Hasta ahora las encuestas disponibles, aunque con variaciones significativas, apuntan a que en 2024 la 4T mantendrá el control del gobierno federal respaldada por una mayoría de los gobiernos estatales. En esas circunstancias es importante no abrir las filas de la izquierda a los oportunistas evidentes, a personajes con un historial político y administrativo dudoso. La 4T debe mostrar que ha aprendido de la lección que le dieron Lilly Téllez y personajes similares, pues a la larga el costo de ese oportunismo es, entre otros, la desmoralización en las filas de la izquierda.
Hoy, uno de los campos de la pugna entre la 4T y sus adversarios lo constituye el evidente predominio de estos últimos en los medios de comunicación masiva y su innegable capacidad para sostener un ataque concertado y continuo contra AMLO y la izquierda. La conferencia de prensa “mañanera” cotidiana en Palacio Nacional ha sido un exitoso esfuerzo sin precedentes para contrarrestar ese asedio mediático, pero es difícil que quien suceda a AMLO pueda simplemente repetir la fórmula y le será necesario diseñar una alternativa con la misma finalidad: mantener un contacto informativo sistemático con las bases masivas de la 4T para contrarrestar el tsunami de información negativa generado en los medios corporativos.
La elección del 2018 dio a AMLO y a su partido el control del aparato federal de gobierno, pero no de todo. El poder judicial conformado a lo largo del antiguo régimen se vio poco o nada afectado por la insurgencia electoral de ese año. Algo similar sucedió con la amplia red de organismos autónomos, algunos de ellos de importancia estratégica innegable, como el Banco de México o el Instituto de Transparencia, etcétera. Algunos de estos cuerpos del aparato de gobierno se convirtieron pronto en ciudadelas de resistencia al cambio del viejo orden. Por ahora, cualquier esfuerzo directo por modificar al poder judicial o desaparecer a los organismos autónomos se aviene mal con el pluralismo político propio de la democracia. De mantener la 4T la presidencia en 2024, e incluso teniendo mayoría relativa en el Congreso, el Ejecutivo tendrá que diseñar un modus vivendi para negociar sin avasallar a los frenos institucionales.
La lista de los desafíos para una 4T posterior a AMLO podría seguir, pero no hay espacio para ello. Si la voluntad popular y la “fortuna” —elemento que según Maquiavelo inevitablemente está presente en cualquier proceso que involucre al ejercicio del poder— se combinan, la 4T se mantendrá, pero no sin antes adecuándose al cambio de sus circunstancias.