“Este ataque es respuesta a la invasión hispana de Texas". Esta es la razón que esgrime Patrick W. Crusius en el documento “La verdad inconveniente” que colgó en internet antes de llevar a cabo una matanza —22 personas asesinadas y 26 heridas— en El Paso, Texas, el 3 de agosto.
¿De qué invasión hablaba Crusius? Hasta fines del siglo XVII, quienes poblaban Texas y que podían considerarse soberanos temporales del territorio eran los karankawa, caddo, coahuiltecas, apaches, comanches y una veintena más de comunidades seminómadas. Como sea, la misión de Nuestra Señora de Guadalupe quedó establecida en El Paso en 1659, mucho antes de que llegaran los anglos con lo que en ese territorio se asentó el poder político de la Nueva España —el México de entonces. Para la década de los 1820 ya habitaban Texas alrededor de 3,200 mexicanos, que se llamaban a sí mismos “tejanos”. Fue entonces que los norteamericanos empezaron a llegar. En los 1830 hubo una auténtica invasión de migrantes norteamericanos, pues para los estándares de la época fue masiva y desembocó en una guerra que México perdió junto con todo el norte del país. En suma, para cuando Texas se convirtió en parte de la Unión Americana, los mexicanos ya estaban ahí y los recién llegados eran los norteamericanos.
Así pues, ¿a qué invasión se refirió el asesino? Posiblemente a la misma de la que habló Trump el 8 de mayo anterior, en Florida, cuando repitió, una vez más, que Estados Unidos estaba siendo “invadido” por indocumentados latinoamericanos. Y al cuestionarse cómo reaccionar frente al “invasor”, una mujer gritó: “disparándoles”. La sonrisa del presidente y los aplausos de sus seguidores dejaron en claro que, para ellos, la propuesta no era absurda.
Volvamos al presente. El Paso es una ciudad cuya población fue clasificada en 2018 como 79.7% hispana y de ella el 94.7% tenía sus raíces en México. En contraste, la población catalogada como blanca es apenas del 14%. Desde la perspectiva del “nacionalismo blanco” eso es un desastre y una premonición.
Pero ¿qué es ese “nacionalismo blanco”? La nación a la que se refiere no es exactamente Estados Unidos, sino la “nación aria”, esa que incluye a los países donde los blancos son aún mayoría y ven a Estados Unidos como centro vital. Se trata de una “nación” que trasciende fronteras y que se le supone poseedora de virtudes históricas únicas de carácter moral e intelectual, mismas que ahora están en riesgo en la medida en que la demografía “de color” crece e incluso toma el poder político. En este contexto, la “captura” de la Casa Blanca por Barack Obama y los suyos es interpretada como un punto de inflexión, como una plaza vital perdida por los “supremacistas blancos” pero recuperada por Trump y que no debe volverse a perder.
Para los supremacistas, afroamericanos e hispanos son los enemigos a enfrentar, pues se calcula que, para 2050, éstos últimos serán cien millones (U.S. Census Bureau, 13/09/18). De ahí la urgencia del muro en la frontera y de la expulsión de los indocumentados, caracterizados por el propio Trump como criminales, narcotraficantes y violadores.
Es interesante notar que justamente El Paso contradice ideas sostenidas por Trump. En esa ciudad hispanos y afroamericanos representan el 83.5% de su población, a los que cualquier día se añaden los migrantes y los no residentes que cotidianamente llegan de Ciudad Juárez. Sin embargo, El Paso es una ciudad ordenada cuyo índice de criminalidad es menor que el promedio en Estados Unidos, (City-Data.com).
La visión rudimentaria de Trump o Crusius sobre los hispanos tiene una contraparte refinada en la obra del fallecido politólogo de Harvard, Samuel P. Huntington. En Who are we? (2004), sostuvo que los valores norteamericanos, base de su grandeza, los forjaron colonos ingleses, que no migrantes (?), valores que hoy están siendo socavados por otros diferentes: los que traen y mantienen los migrantes hispanos. George Friedman, un geopolítico de Austin, vaticinó en The next 100 years (2009), que el choque racial-cultural dentro de Estados Unidos llegará a ser tan álgido que desembocará en un conflicto interno aunado a otro entre ese país y México.
Para desandar los malos pasos que llevaron a la tragedia de El Paso es imperativo entender y actuar sobre prejuicios muy añejos. ¿Se podrá?
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