En 1929, José Ortega y Gasset publicó una obra que se convirtió en clásica de la teoría sociológica elitista: La rebelión de las masas. El texto exploraba el efecto negativo de la irrupción de las masas en la forma de vida de la Europa de inicios del siglo XX. Y es que la revolución industrial había desembocado en una novedosa sociedad de masas, una donde las mayorías se estaban haciendo presentes como actores por derecho propio en ámbitos hasta entonces reservados para las minorías.
Desde la perspectiva del famoso filósofo español, lo históricamente distintivo de las minorías dirigentes había sido su respeto, al menos en el discurso, por la excelencia en todos los ámbitos de la civilización occidental. Sin embargo, la tecnología desarrollada por la revolución industrial llevó a la producción masiva y abaratamiento de bienes de consumo y servicios que hasta entonces habían estado fuera del alcance de las clases subordinadas. La producción en serie de bienes duraderos y de consumo baratos los puso al alcance de las mayorías plebeyas, de los individuos-masa que según Ortega eran vulgares y mediocres en sus gustos y valores. Desde esta perspectiva, las masas lograron por la fuerza de su demografía imponer sus valores y estilos de vida, lo mismo en ámbitos de la vida cotidiana que de la cultura, hasta llegar a esos círculos y lugares donde se discutían y se tomaban las decisiones políticas.
Una consecuencia de lo anterior fue que las multitudes perdieron respeto y deferencia frente a los valores de las élites que, supuestamente, aspiraban a la excelencia en todos los ámbitos de la actividad humana. Para Ortega, la democratización de la política —el uso del poder para satisfacer las preferencias mayoritarias— ya había propiciado la aparición de liderazgos que, en vez de dirigir, se empeñaban en complacer a una masa incapaz de valorar el esfuerzo que implicaba la búsqueda de la grandeza.
Desde la óptica orteguiana se puede argumentar que en el México del siglo XXI está teniendo lugar el inicio de una rebelión de las masas, rebelión pacífica vía las urnas contra un sistema oligárquico producto del autoritarismo institucionalizado en el priismo y donde los valores y conducta de la minoría dominante se encuentran en las antípodas de la excelencia atribuida por Ortega a las minorías dirigentes de su modelo elitista europeo.
“Primero los pobres” es la bandera de una “Cuarta Transformación” que se propone dar prioridad no sólo a los intereses materiales de más de la mitad de los mexicanos —una verdadera masa— sino también reconocer y revalorar la calidad de las culturas populares. Este impulso lo inició la Revolución Mexicana pero casi desapareció en la postrevolución. Frente a ello, la “rebelión de las masas” del lopezobradorismo busca dar un giro de 180° y subrayar el gran valor ético y práctico del “humanismo mexicano”, resultado de siglos de historia.
Ahora bien, como reacción al avance de lo “plebeyo” en el México actual se ha empezado a gestar otra rebelión no prevista aunque compatible con la visión de Ortega y que se puede llamar la “rebelión de las minorías”. Se trata de una reacción organizada por aquellos que ven en el proceso de empoderamiento de las bases de la pirámide social un juego del tipo “suma cero”, donde la ganancia material y simbólica de las masas se interpreta como un pérdida del espacio y liderazgo cultural que hasta 2018 correspondía a la oligarquía y las clases medias que le son afines. Un indicador de lo anterior es no sólo la coalición de los partidos antaño en el poder —uno presuntamente de masas, el PRI, pero que ya se volvió de minorías— y la proliferación de organizaciones de clase media de la “sociedad civil”, sino el protagonismo en calidad de líder rebelde de uno de los oligarcas más conspicuos de México, el de Ricardo Salinas Pliego, supuestamente el segundo hombre más acaudalado de México (mil quinientos millones de dólares). El choque abierto de Salinas Pliego con el Presidente gira en torno a un enorme adeudo del magnate con el fisco y que éste no sólo se niega a pagar, sino que usa su televisora como medio para atacar al gobierno de manera inusualmente virulenta.
En fin, que un resultado de fondo de las dos rebeliones, del choque de las masas y las no-masas, se verá en las elecciones del 2024 que, a su vez, determinará en gran medida la evolución de México en el corto y mediano plazo.