Que la economía neoliberal no funcionó para el México mayoritario es hoy evidente, pero el modelo anterior, el del llamado “desarrollo estabilizador”, tampoco. Se puede volver a leer Los hijos de Sánchez, (1961) del antropólogo Oscar Lewis y contrastar la forma de vida de un trabajador de mediados del siglo pasado con la que retrataban las columnas de sociales del “Duque de Otranto” y la distancia entre esos Méxicos es como la de hoy.

Según Coneval, en 2018, 61 millones de mexicanos vivían por debajo de la línea de pobreza de ingresos. En lo que va de este siglo, el índice de desigualdad social de Gini —cero es igualdad total y uno desigualdad total— ronda en 0.49 (Cepal, Panorama social de América Latina, 2018). Sirven de puntos de comparación Dinamarca (0.28) y Sudáfrica (0.63), (Banco Mundial, 2019). Obvio, México está más cerca de la segunda que de la primera. Debiera entonces ser evidente que, como país estamos, obligados a buscar una ruta bastante diferente de las que se siguieron en el pasado. Ahora bien ¿cómo?

Las propuestas de un economista con gran experiencia y sentido de lo que debe ser, David Ibarra Muñoz, pueden resultar útiles. Ibarra fue secretario de Hacienda entre 1977 y 1982 y le tocó pasar sin solución de continuidad de las vacas gordas a las flacas en el ciclo que precedió al neoliberalismo. De ahí lo relevante de una entrevista que dio a La Jornada, (19/11/19) y que ofrece materia para la reflexión.

Desde la experiencia acumulada de éxitos y fracasos de la economía mexicana, Ibarra otea el horizonte económico de la IV Transformación y sugiere que los actuales responsables de la política económica deben, en primer lugar, seguir ese consejo de Maquiavelo, de ser audaces, tomar riesgos y aceptar que inevitablemente en el proceso de construcción de la nueva ruta se van a cometer errores. Parte del hecho de que para cobijar a los sectores que han estado casi a la intemperie se va a descobijar a otros que, inevitable, resistirán el cambio.

La meta de fondo es la histórica, el crecimiento, pero en condiciones nuevas y con mejores resultados. Para empezar, hoy la lucha contra la inflación —punto central del viejo “desarrollo estabilizador”— ya no tiene mucho sentido. El alza de los precios ha dejado de ser un peligro aquí y en casi todo el mundo. Hoy, la política antiinflacionaria puede ser un obstáculo serio para recuperar el crecimiento. En esto coinciden el premio Nobel en economía, Paul Krugman, e Ibarra. Para este, debe reformularse el papel del Banco de México (BM) y cambiar la ley que lo rige, pues hasta hoy esa institución se ha dedicado a extraer liquidez del sistema financiero al punto que entre 2008 y 2018 extrajo el equivalente al 5% del PIB, es decir, entre el 20% y 25% de lo que fue la inversión del período. El BM y la banca oficial deben volver a jugar un papel central en financiar la gran inversión. Hay que revivir a esa banca sin importar que la privada, básicamente extranjera, resienta su competencia.

Una y otra vez el presidente ha insistido en su compromiso de no aumentar impuestos. Sin embargo, no debe seguir posponiéndose una reforma fiscal, aunque sólo sea “cobrar un poquito más a los que más tienen y un poquito menos a los que menos tienen”. En México el fisco capta alrededor del 17 % del PIB, en contraste, el promedio en los países de la OCDE es 34%. Y aún mejor sería la propuesta del francés Thomas Piketty: poner “un pequeño impuesto a la riqueza”.

Para Ibarra los nuevos programas sociales —becas, pensiones— están justificados y su impacto estimula la demanda de productos básicamente nacionales, pero esa economía popular no es sustituto de las grandes inversiones para hacer posible el crecimiento anual del 4% del PIB. Los grandes inversionistas privados se acaban de comprometer a invertir 431 mil millones de pesos en 2020, lo cual no sustituye a la gran inversión pública.

Una operación difícil se presenta en el mercado externo: hay que seguir exportando vía un sector “fundamentalmente extranjerizado” pero, a la vez, fortalecer el mercado interno porque nuestro principal socio, Estados Unidos, se está tornando proteccionista.

En fin, la 4T está “haciendo camino al andar” e ideas como las propuestas ayudan a trazar su camino —nuestro camino— hacia la utopía original: un crecimiento sin tanta desigualdad.

agenda_ciudadana@hotmail.com

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