Si la guerra es la política por otros medios (Carl von Clausewitz dixit), la política puede llegar a ser la guerra por otros medios.
En sus momentos decisivos, los choques dentro de las instituciones, pero donde no se da ni se pide cuartel, pueden ser auténticas batallas. Sin embargo, en el espacio que se abre entre los momentos decisivos de la confrontación por el poder suelen librarse luchas menores que, siguiendo el símil entre guerra y política, son acciones de guerrilla. Estos combates pueden llegar a ser espectaculares, aunque no decisivos. Esto último es lo que está ocurriendo hoy en México .
La consulta nacional que tendría que efectuarse en abril de 2022 en torno a la revocación del mandato presidencial (RMP) siempre y cuando se reúnan al menos 2.7 millones de firmas ciudadanas, podría haberse transformado en una confrontación decisiva entre la 4ª Transformación (4T) y sus adversarios. No pareciera que ese vaya a ser el caso y la RMP ha pasado a ser una mera cuenta en el rosario de choques llamativos, pero no contundentes entre la fuerza del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y sus rivales. Todo indica que desde hace meses la oposición abandonó la idea de hacer de la RMP una gran confrontación que pudiera expulsar a AMLO del poder o al menos debilitarlo. Y es que, tras perder once gobernaturas en el 2021, a los adversarios de la 4T no les conviene intentar hacer de la RMP el Waterloo de la 4T pues el empeño podría resultar contraproducente. Su segunda mejor opción es devaluar la RMP.
Como resultado del cálculo anterior, la parte más activa de la oposición ya optó por apoyar a los consejeros del INE que decidieron, alegando una falta de recursos, posponer el encuentro de la RMP con las urnas , es decir, emprender una acción más de guerrilla política.
El empeño del Presidente en la consulta sobre la RMP es lógico: él calcula que se recabarán en tiempo y forma las firmas que se requieren para echar a andar el proceso. También que, dados los resultados de las encuestas de opinión, la RMP acabará por traducirse en una forma inédita de recarga de legitimidad que le servirá para compensar el desgaste natural que toda presidencia tiene en el ejercicio de sus funciones.
El choque entre el INE y el Presidente no es nuevo, tiene raíces, entre otras la negativa de los consejeros de ese instituto a aceptar la sugerencia de AMLO de disminuir sus magníficos sueldos, vivir “en la medianía republicana” y permitir canalizar el ahorro a los programas sociales de la 4T. En principio una disminución del presupuesto global del INE para 2022 ordenada por los diputados —pasar de 24.6 mil millones de pesos (mmp) a 19.7 mmp— no es una medida que ofenda a la ciudadanía sino todo lo contrario. Pero la reacción del INE fue sostener que con ese recorte ya no puede cumplir con sus obligaciones regulares y llevar a cabo la votación sobre la RMP.
Quizá sin proponérselo, los consejeros revivieron la vieja fórmula de la administración colonial para no ejecutar un mandato del rey: “se obedece, pero no se cumple”. Planteada así la confrontación entre el Presidente y el INE la solución se trasladó al campo de otro “poder autónomo”, el judicial, para que diera con una solución jurídica y políticamente aceptable en una atmósfera de política guerrillera . Y la solución dada el 22 de diciembre por la Suprema Corte de Justicia fue que el proceso para llevar a cabo la consulta debe continuar pues así lo mandata la Constitución y con los 1.5 mmp que ya se le autorizaron para ello. ¿Fin del incidente? seguramente no; en cualquier caso, este tipo de política ya echó raíces y la guerrilla seguirá hasta la siguiente gran batalla: la de 2024.
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