En entrevista con “Los periodistas” (02/06/23) Pablo Iglesias, exsecretario del partido Podemos, afirmó que, en su país, España, la izquierda descuidó un gran frente de batalla: el de los medios de comunicación, y pagó un precio muy alto. En México la debilidad de la izquierda en ese campo no se debe a un descuido sino a una imposibilidad: en materia de información desde hace decenios que los dados han estado cargados en favor de la derecha. Sin embargo, a partir de “La Mañanera”, la conferencia presidencial cotidiana desde Palacio Nacional, ese desequilibrio es menor.
Veamos un ejemplo. En julio y casi al unísono un puñado de periodistas —Beatriz Pagés Rebollar, Joaquín López Dóriga, Raymundo Riva Palacio y otros—, culparon al presidente Andrés López Obrador (AMLO) por haber generado un ambiente político tan hostil contra la virtual candidata presidencial de la oposición, la senadora Xóchitl Gálvez, que puede desembocar en un magnicidio. ¡Y anticipadamente culpan a AMLO de ese hipotético desenlace! Según los autores y difusores del relato la razón del posible asesinato es doble: poner fin a un sorprendente y supuestamente exitoso ascenso de la senadora y desbrozar el camino para que AMLO se mantenga en el siguiente sexenio como el poder tras el trono, como lo hiciera Plutarco Elías Calles entre 1928 y 1935, para evitar que cuando la señora Gálvez sea presidenta ponga fin a una supuesta alianza entre AMLO y los cárteles de la droga.
El que no exista ninguna evidencia del supuesto complot magnicida no impidió que los medios del anti lopezobradorismo sembraran y mantengan un fantasioso relato donde el magnicidio imaginado sería la repetición de uno real de 1994: el del candidato del PRI a la presidencia Luis Donaldo Colosio.
Para poder justificar el supuesto magnicidio por venir, se tendría que partir de un dato que no se tiene: que Xóchitl Gálvez realmente va camino a ganar la elección de 2024. Una encuesta de Enkoll levantada a mediados de julio y publicada por el periódico español El País (25/07/23) señala que las intenciones de voto que favorecen a la coalición de la senadora apenas llegan al 29% del total, en tanto que aquellas que favorecen a Morena alcanzan el 60% y a 65% si se le suman sus aliados. La misma encuesta concluye que en un mano a mano entre Claudia Sheinbaum de Morena y Gálvez, las preferencias por la primera alcanzan un 57% y las de la segunda sólo llegan al 21%. Por tanto, se puede argumentar con bases empíricas que el supuesto magnicidio dañaría más a la 4T que a sus oponentes. En realidad, de ocurrir el crimen que dicen temer quienes lo anuncian, a los primeros que se debería investigar sería a los beneficiados por la ola de indignación que desataría una reedición del caso Colosio. Y entre ellos, no estaría AMLO ni la 4T.
Sembrar la idea de la preparación de un magnicidio planeado o propiciado por la presidencia, para detener un avance de la derecha que hasta ahora no existe, es sólo un ejemplo más del uso político del factor miedo que busca asociar a la izquierda con imágenes negativas, catastróficas. Esta estrategia se usó en 2006 en la campaña ideada por la derecha que entonces presentó a AMLO como un “peligro para México” vía el spot de un sólido muro de ladrillos que supuestamente representaba al país y que espectacularmente se derrumbaba ante la mera posibilidad de que el lopezobradorismo llegara a la presidencia. Detrás de esa imagen tan simplona como alarmista del muro que, como el de Jericó, se vendría abajo ante el embate de AMLO estuvo una formidable campaña de miedo que se difundió con apoyo directo de la presidencia y de las organizaciones empresariales a través de la mayoría de los medios de comunicación.
Hoy, aunque casi la totalidad de los medios corporativos de información están en una abierta campaña contra el Presidente y la 4T, esta vez hay datos duros como las cifras positivas que acaba de publicar el INEGI, que le dan a AMLO una base objetiva para demostrar los logros de su gobierno. Y, además tiene en Palacio Nacional un formidable instrumento de comunicación creado por el Presidente: las cinco conferencias “mañaneras” semanales de casi tres horas donde el Presidente confronta a un grupo plural de periodistas y que le han permitido mantener la iniciativa en la formulación de la agenda de la discusión política nacional.
Es en el choque entre los medios tradicionales empeñados en producir y difundir variantes nuevas del viejo “peligro para México” y “La Mañanera” que se forma y transforma la opinión pública, materia prima para decidir en este sexenio la naturaleza del próximo.