En la Grecia clásica se interpretó a la historia como un proceso cíclico: surgimiento, desarrollo, auge, decadencia y vuelta a empezar. El optimismo renacentista del progreso creyó poner fin a esa visión, pero a veces pareciera que aquellos griegos no andaban tan desencaminados. Al menos a esa conclusión se puede llegar al presenciar la polémica y el choque entre el gobierno y la oposición en torno a los libros de texto, que es una variante de la confrontación original entre los liberales y los conservadores y la iglesia católica a mediados del siglo XIX. Ese choque se volvió a dar, aunque en otra dimensión, entre aquellos constituyentes de 1916 que propusieron marginar del todo en el sistema educativo cualquier influencia religiosa y los más moderados. El choque volvió a escenificarse a mediados de los 1930 entre quienes apoyaron la educación socialista del cardenismo y quienes la repudiaron por comunista. Tres decenios más tarde el enfrentamiento volvió a salir a escena entre el gobierno de Adolfo López Mateos que se propuso editar un libro de texto gratuito (LTG) para la educación primaria y los conservadores de la época.

En el siglo XIX la lucha fue, literalmente, a muerte entre quienes buscaban, tras tres siglos de ser un solo cuerpo, separar al Estado de la iglesia. Una característica de ese Estado laico propuesto por los liberales era la libertad de cultos y acabar con el monopolio de la iglesia católica sobre la educación. Junto a las armas reales, la iglesia blandió la excomunión como arma disuasoria frente a aquellos dispuestos a jurar la constitución liberal de 1857. Entre las discusiones más enconadas que se desarrollaron en el congreso constituyente reunido en Querétaro en 1916, se encuentran las que tuvieron lugar en torno a la naturaleza de la enseñanza escolar. Al final se impuso el ala radical: ni en las escuelas privadas habría educación religiosa ni los miembros del clero podrían ejercer el magisterio. Diez años más tarde estalló la rebelión cristera.

En el Plan Sexenal de 1933 se afirmó que la enseñanza primaria “además de excluir toda enseñanza religiosa” debería ofrecer algo mejor a los alumnos: “formarles un concepto exacto y positivo del mundo que los rodea y de la sociedad en que viven.” Una consecuencia inmediata de la puesta en práctica del plan fue que las partidas cristeras aún activas asesinaran o cortaran las orejas a los maestros rurales que cayeron en sus manos. Al final, la educación socialista no sobrevivió al post cardenismo.

El conflicto en torno a la naturaleza de la educación y el papel del gobierno para regular su contenido volvió a reavivarse a raíz de la decisión del presidente López Mateos de editar un LTG obligatorio en todo el sistema escolar. El PAN, la Unión Nacional de Padres de Familia, el Movimiento Cristiano, la prensa, sectores del empresariado y la propia jerarquía católica, se manifestaron en contra y muy ruidosamente. En febrero de 1962, en Monterrey, tuvo lugar la mayor manifestación en contra de un LTG que, según los “inconformes” difundía “ideas y doctrinas ajenas a la idiosincrasia del pueblo mexicano”, es decir, comunistas.

Pese a todo, la posición de la Secretaría de Educación se sostuvo pues tanto para el gobierno como para los líderes de las movilizaciones de inconformes estaba claro que la confrontación no era realmente por el LTG sino por algo más sustantivo: para las derechas, especialmente las del norte del país, rechazar el LTG era una buena vía para poner a prueba su capacidad de imponer sus prioridades sobre las del gobierno y para este también era claro que sostener al LTG era una forma de mostrar a todos los actores políticos, incluidos el gran capital y la iglesia, lo inviable de un desafío abierto a la presidencia.

Hoy la situación se repite. Los nuevos LTG para primaria y secundaria son parte central del proyecto de la Nueva Escuela Mexicana que, a su vez, se inscribe dentro de un proyecto nacional de la 4° Transformación (4T). Es por ello que hoy están en el centro de un gran choque político que va más allá de los libros pues es la pugna entre de las fuerzas que impulsan un cambio de régimen en los términos de la 4T y quienes se le oponen y todo en el contexto de una mega contienda electoral donde estarán en juego la presidencia y miles de cargos nacionales y locales. Es posible que, como en 1962, la oposición recurra a movilizaciones en torno al LTG, pero no hay ya posibilidad de que el gobierno dé marcha atrás pues lo que realmente está en juego es la disputa por la ruta que seguirá la nación.

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