Al final Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a quien sus adversarios habían creído minimizar llamándole desfasado y “Mesías tropical” terminó por vencer en buena lid y en el campo político a los orgullosos guardianes del templo neoliberal y defensores del estatus quo. La divisa lopezobradorista “Por el bien de todos, primero los pobres” recibió en 2018 el respaldo de 30 millones de votos y seis años más tarde con 36 millones de sufragios pudo dejar a Claudia Sheinbaum al frente de su movimiento y reafirmar la condición éste como la fuerza política dominante.

El último informe del gobierno de AMLO no fue leído en un recinto oficial sino al aire libre, en una Plaza de la Constitución repleta de partidarios entusiastas. Ese fue también el último acto político masivo convocado antes de su retiro de la vida pública por el carismático político tabasqueño en su calidad no sólo de jefe del Poder Ejecutivo sino de creador y líder indiscutible de un movimiento de masas —Morena— convertido en el motor de un proceso de cambio de régimen.

Desde la oposición al partido de Estado, desde una base en el sur profundo -Tabasco- y maniobrando en un entorno hostil producto de casi un siglo de prácticas propias de un sistema autoritario cada vez más inclinado hacia la derecha, AMLO supo generar y dar dirección a un movimiento democrático y de izquierda que en un espacio de tiempo relativamente corto se convirtió en una gran fuerza electoral que permitió a su líder llevar a cabo con éxito una operación muy compleja. Por un lado, pudo encumbrar a la presidencia de la República a una mujer con una carrera política sistemáticamente de izquierda -Claudia Sheinbaum- con un programa de gobierno que reafirmaba el objetivo original del partido Morena y que es cambiar la naturaleza del régimen político.

Por el otro lado, AMLO aprovechó la gran fuerza del lopezobradorismo en la coyuntura de fin de sexenio para introducir un elemento muy importante de discontinuidad en el proceso político en curso: el retiro total del líder original del escenario político. Ese retiro significa un corte de tajo con el “estilo de gobernar” inicial del proceso. Ese retiro de AMLO para guardarse en su sur, en su casa de Palenque, implica el eliminar el elemento carismático en la conducción tanto de Morena como del gobierno. De esta manera el proceso político encabezado por la izquierda va a entrar en una etapa donde la administración y arraigo de lo logrado se convertirá en la gran tarea y responsabilidad de la presidenta Sheinbaum y de su equipo. En principio un nuevo “estilo de gobernar” no debería implicar un cambio en la esencia de la divisa de Morena “por el bien de todos, primero los pobres” pero natural e inevitablemente llevará a cambios en políticas concretas, en sus formas y contenidos y en cualquier caso el nuevo liderazgo deberá mantener, consolidar y ampliar la base social que hereda.

En la coyuntura actual el dúo AMLO-Sheinbaum funciona como una unidad política y por tanto el apoyo de sus bases que tiene el líder tabasqueño y que es sustantivo se puede considerar como el punto de partida del respaldo social del que dispondrá Claudia Sheinbaum al hacerse de la conducción del país y ya sin tener al lado a AMLO. Un sondeo de opinión llevado al cabo en agosto por la encuestadora De Las Heras Demotecnia concluye que el 73% de los encuestados en una muestra representativa aprobó el desempeño del presidente saliente y sólo el 22% lo reprobó. Es particularmente relevantes que 82% consideró que con AMLO México efectivamente vivió una transformación y de entre éstos el 89% consideró que el cambio había sido para bien (Sin embargo, 01/09/24). Estas cifras no difieren mucho del promedio del conjunto de las encuestas disponibles (Oraculus, 02/09/24).

El juicio que se haga en el futuro en torno al papel que jugó el líder tabasqueño en el proceso político de México en el siglo XXI va a depender de muchos factores —ideología del evaluador, circunstancias en que tenga lugar la evaluación, etcétera— pero poca duda cabe que en cualquier caso se reconocerá lo indeleble de su huella, la naturaleza de los cambios que propició y la sacudida que le dio al status quo político, social y cultural. Pero la importancia y dimensiones del lopezobradorismo en el futuro no van a depender sólo de lo hecho por el político tabasqueño sino también de la manera en que sus sucesores aprovechen (o desaprovechen) su legado. El último capítulo de esa historia no va a terminar con el retiro del personaje del escenario a su sur profundo, sino que apenas está empezando a escribirse.

Como sea, aquel a quien sus detractores llamaron “Mesías tropical” finalmente logró congregar en torno suyo a multitudes, cimbrar a la sociedad de su tiempo y a querer que la echó a andar por un rumbo nuevo.