La 4ª Transformación o 4T considera a “El Humanismo Mexicano” el corazón de su ideología. Bien, pero ¿qué es ese humanismo? Y ¿qué es la ideología? Esta última cuestión se puede responder de manera sucinta: ideología es el conjunto de ideas y de valores concernientes al orden político (Norberto Bobbio). El humanismo, por otra parte, es un concepto menos susceptible de encapsular en una definición concisa. Pero partamos de una realidad reveladora: hoy en nuestras universidades, la historia, la filosofía y la literatura son el núcleo duro de las facultades de humanidades.

Al humanismo como concepto se le denominó como tal hasta el siglo XIX, pero su esencia ya llevaba siglos de discusión en Europa como visión y propuesta de una forma de vivir y entender el sentido mismo de esa vida. Fueron las obras de Dante, Petrarca y Boccaccio en la Italia de los siglos XIII y XIV las que sentaron las bases de un movimiento intelectual al que siglos después se le denomino humanismo.

La esencia de ese movimiento fue un esfuerzo por revivir ciertos valores del mundo clásico para, desde esa perspectiva precristiana de Grecia y Roma, explorar la esencia de la naturaleza humana fuera de los límites intelectuales impuestos por el dogma religioso del mundo medieval. Así, intelectuales y artistas pudieron poner el acento en la importancia de la educación en torno al arte y la literatura de la antigüedad, en las virtudes individuales y cívicas valiosas por sí mismas que permitirían a quien las practicara desarrollarse plenamente de manera virtuosa y racional como persona y como miembro de su comunidad. En fin, fue una propuesta para entender y explorar sin previas ataduras doctrinales al ser humano y al mundo, (Mark Cartwrigth, World History Encyclopedia, 2020).

Ya en esta época nuestra en que los dogmas de las ideologías políticas se han venido abajo, el “humanismo mexicano” de la 4T propone insistir desde la izquierda en la práctica de esas virtudes individuales y colectivas con valor intrínseco y cimentarlas tanto en las fuentes del humanismo clásico europeo como del propiamente mexicano -ese que tiene raíces en ciertas prácticas y valores de las culturas que florecieron con anterioridad a la conquista europea. Sin embargo, es en nuestro pasado mexicano más reciente, en ese de los últimos dos siglos donde se entrelazan los valores de las civilizaciones originales de acá con los provenientes de Europa, donde se forjan las ideas básicas que hoy conforman la ideología de la 4T. Es en el muy difícil y por momentos brutal y violento proceso político que llevó a transformar a lo que fue una colonia europea de tres siglos y numerosas comunidades poco comunicadas entre sí en una sociedad nacional independiente donde se fraguaron los valores y objetivos que la 4T asume como corazón de su proyecto político: construcción y defensa de la soberanía de la nación, bienestar social compartido y sostenido por la estructura política, una distribución de la riqueza menos inequitativa que la actual, intolerancia frente a la endémica corrupción pública, combate a la discriminación y al racismo, solidaridad con los países víctimas de las acciones imperiales.

El humanismo, surgido de un entorno dominado por la iglesia católica y sus dogmas, rechazó los dogmas. La 4T es una izquierda post soviética y ajena ya al discurso dogmático. Ahora bien, a la izquierda ortodoxa tradicional caracterizaba un optimismo básico respecto del futuro: al capitalismo debía seguir irremediablemente la revolución socialista y a ésta el comunismo, la sociedad sin clases y sin Estado. Esta certeza, esta ausencia de dudas sobre la naturaleza positiva e inevitable del futuro era parte de su fuerza y atractivo.

En contraste, la 4T se ocupa sólo del futuro inmediato y éste ya no implica necesariamente la revolución ni siquiera una superación inminente del capitalismo. En este proyecto el optimismo reside en la posibilidad de hacer realidad un humanismo inspirado en el proceso civilizatorio de México apuntalado en valores tanto de su pasado remoto como reciente y que le permita al Estado construir un régimen que lleve a humanizarlas prácticas del capitalismo nacional.

La utopía de la 4T es, por tanto, modesta pero realista y es la que permite la naturaleza de los tiempos, unos donde el futuro luce amenazador y ante el cual se debe tomar en serio la posibilidad de una catástrofe ecológica o atómica que ponga fin a la historia humana.

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