¿Qué es un ejército? El diccionario Webster lo define como “cuerpo numeroso y organizado de individuos armados y entrenados para la guerra”. ¿Y que es la guerra? Un general prusiano —Carl von Clausewitz— la definió como “la política por otros medios” (De la Guerra, [1832]). La razón del ejército es y será inevitablemente política.

En El Ejército mexicano (2ª ed. 1984), Jorge Alberto Lozoya subrayó la despolitización del ejército mexicano postrevolucionario. Pero si la naturaleza de todas las fuerzas armadas (FA) es política entonces despolitización sólo significa que su actuar obedece a decisiones tomadas no por ellas sino por otras instancias políticas.

El arranque de la etapa contemporánea de las FA mexicanas se encuentra en el período en que dejaron de participar en rebeliones o intentos de rebelión y se convirtieron en instrumento efectivo y confiable del jefe del gobierno federal. Y esto tuvo lugar entre la derrota de la rebelión encabezada por el general José Gonzalo Escobar en 1929 y el fracaso de los planes de rebelión de los generales Juan Andrew Almazán en 1940 y Miguel Henríquez Guzmán en 1952.

Tras la represión y naufragio del henriquismo no se sabe ya de ningún intento serio de desobediencia de las FA y su papel se centró en labores de combate a gavillas en el campo, ayuda a la población civil en casos de desastres, pero también en discretas tareas de inteligencia política y, llegado el caso, en contener y suprimir desafíos al régimen provenientes de opositores políticos que no se había podido neutralizar vía la negociación o la cooptación.

Una lista parcial donde la fuerza del ejército fue la última ratio incluye la Rebelión Cristera de 1926 a 1929 y 1932-1938, la represión de los sinarquistas en León en 1946, la persecución del movimiento campesino jaramillista —una rebelión local e intermitente (1943-1959)— y el asesinato de su líder, Rubén Jaramillo y su familia por militares en 1962, supresión del movimiento ferrocarrilero entre 1958 y 1959, la represión del movimiento democrático navista de San Luis Potosí (1958-1963), las acciones en Morelia en 1966 contra un movimiento universitario y la brutal acción contra las protestas encabezadas por universitarios en 1968. La represión más prolongada y sistemática se desarrolló a lo largo de los 1970, los años de la “guerra sucia” contra guerrillas tanto urbanas como rurales y donde las acciones de represión combinaron a militares con otros cuerpos de seguridad civiles. Sin embargo, en 1994 el surgimiento del EZLN en Chiapas ya no pudo ser reprimido al estilo de la campaña antiguerrillera de la “guerra sucia” porque una fuerte movilización social se interpuso y elevó mucho el costo de la solución militar.

Cuando las reformas políticas empezaron a desmantelar lenta y parcialmente el sistema autoritario y represivo postrevolucionario, surgió otro campo de acción para las FA: la lucha contra grupos de civiles surgidos del fondo de la pirámide social y organizados como cárteles de narcotraficantes. Esta vez el enemigo no fue político sino criminal, bien armado y con recursos espectaculares: el narcotráfico mexicano representa un negocio calculado en 600 mil millones de pesos anuales, (Infobae, 9 de marzo de 2023).
Las elecciones del 2018 llevaron a la presidencia a un gobierno de izquierda lo que dio pie a otro cambio notable en el papel político de las FA mexicanas. Por un lado, y ante el fracaso de las policías, surgió una Guardia Nacional adscrita a la Secretaría de la Defensa de más de cien mil efectivos, y se legalizó el papel de las FA mismas como fuerzas temporales de seguridad interna. Por otro, ante la ausencia de un verdadero servicio civil de carrera y una corrupción omnipresente en la administración pública, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador echó mano de las FA como alternativa para la construcción de grandes obras de infraestructura, administración de las aduanas, de aeropuertos y otras. La oposición descalificó esta medida calificándola de militarización.

La ampliación de las tareas y responsabilidades del ejército requiere de la construcción de estructuras civiles capaces de mantener una vigilancia efectiva sobre el aparato armado del gobierno y que finalmente se dé forma a cuerpos de servidores públicos tan preparados, confiables y disciplinados como las FA.

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