Si “la forma es fondo” entonces lo mismo puede aplicarse al estilo personal que es la forma específica de un comportamiento individual. Y es que no hay duda de que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha hecho de su estilo de gobernar algo notorio y elemento importante de su ejercicio del poder, desde aquella ceremonia multitudinaria inicial frente a Palacio Nacional el 1° de diciembre de 2018 hasta este final de sexenio. Es evidente que ese estilo personal se está poniendo en evidencia en la etapa en que el presidente está llevando al cabo el cierre de su gobierno. Y ese estilo del final también tiene fondo, uno que claramente contrasta con la forma en que tuvieron que dejar el gran escenario político sus antecesores priistas y panistas.

Para empezar, es extremadamente difícil la tarea que se propuso llevar a cabo AMLO: transformar un régimen que empezó a formarse hace ya más de un siglo, que llegó a su apogeo hace poco más de 60 años y que por tanto tuvo tiempo más que suficiente para echar raíces muy hondas y hacerse de la fuerza que suelen aportar al estatus quo los intereses económicos creados a lo largo de tantos años. El empeño en transformar esa forma arraigada de hacer política en otra que requiere alterar formas de actuar e intereses dentro del aparato de gobierno y de la relación de éste con los poderes fácticos y el resto de la sociedad en el marco de una práctica de democracia política que todavía huele a nueva, requiere más de seis años.

Por eso AMLO va a tener que dejar Palacio Nacional con la obra aún en proceso de construcción. Y todo indica que, por eso, por el límite sexenal, está empeñado en aprovechar hasta el último día lo que incluye apoyar el que su sucesora se familiarice con la naturaleza y complejidad de la tarea al verla a ras del suelo social y palpar lo que es lograr y sostener una relación efectiva y afectiva con las bases sociales que le han dado a Morena la notoria ventaja que hoy tiene sobre sus rivales.

El proceso de la entrega de la presidencia de AMLO a Sheinbaum muestra varias peculiaridades y una de ellas son las giras conjuntas de fines de semana del presidente saliente en compañía de la presidenta entrante para supervisar algunas de las obras públicas del sexenio. Las crónicas de estas giras conjuntas publicadas en el diario Milenio por Carlos Díaz Barriga captan de manera ejemplar la atmósfera en que se desarrolla la parte pública de la transmisión. Y no se trata no sólo de mostrar a la presidenta que será la realidad del Tren Maya o de un hospital general en Tlaxcoapan, Hidalgo, sino también y sobre todo del tipo de relación directa, cercana y efectiva que se puede y se debe tener entre la figura presidencial como hacedor sino como líder y responsable de dirigir y animar un movimiento como la 4T que no puede depender sólo de inercias y aparatos partidistas sino de una identificación efectiva de la base popular con el liderazgo de un partido que también es movimiento.

Claudia Sheinbaum nació y se formó en el ambiente propio de la clase media capitalina y de uno muy específico: el de la clase media con vocación científica y en la atmósfera de la universidad más importante del país, la UNAM. Es dentro de ese mundo de la actividad científica y del activismo de sus corrientes políticas de izquierda y de sus usos y costumbres que tuvo lugar el inicio de la formación política práctica de la futura presidenta. Su experiencia política extramuros universitarios ya es larga y sin duda intensa pues incluyó ser parte del aparato administrativo de AMLO cuando éste fue jefe de gobierno de la Ciudad de México, luego la que adquirió al frente de una delegación de la propia urbe capitalina para después asumir la responsabilidad de gobernar la compleja capital del país. El bagaje de experiencias políticas conque la primera mujer presidenta llega al puesto es pues amplio y nada rutinario, pero siempre habrá algo que se le pueda añadir en particular el contacto directo con los ciudadanos no capitalinos y no universitarios.

A AMLO le funcionó muy bien su estilo personal para tratar, entender y tener empatía con los muchos de los habitantes de los también muchos méxicos que conviven en el espacio del Gran México. Y las giras conjuntas entre presidente saliente y presidenta entrante pueden ser una experiencia corta en el tiempo, pero muy útil para el próximo sexenio.

Se entiende que el estilo personal de gobernar de AMLO es intransferible y que además se forjó en un ambiente muy diferente al de Sheinbaum. Al del presidente saliente debió de haberlo moldeado, además de su entorno familiar la comunidad de Tepetitán y la forma de vida tabasqueña, sus años en la Chontalpa, su breve trató con el priismo local, pero, sobre todo sus incesantes quehaceres y recorridos como líder opositor por toda la geografía y toda la pirámide social del país. En AMLO la impronta de la UNAM existe, pero diferente de la próxima presidenta.

Pero si bien es de suponerse que el estilo de gobernar de la mandataria entrante será diferente al del presidente saliente, las giras conjuntas AMLO-Sheinbaum pueden dejar en claro en la mandataria entrante la importancia que tuvo en la política que forjó la 4T la empatía y proximidad del líder con los públicos populares que hoy le reciben con agradecimiento y con simpatía en cada parada de las giras conjuntas como reflejan lo mismo las crónicas de Díaz Barriga que las cifras de aprobación del presidente de más del 60%, recogidas cotidianamente por el AMLOtrakinPoll de Mitofsky y publicadas por El Economista, un diario no particularmente progubernamental.

Para que en el sexenio por venir la 4ª Transformación se afiance y ahonde es condición sine qua non que se sostengan la confianza en la institución presidencial. AMLO le deja en herencia a Claudia Sheinbaum, no sólo un apoyo mayoritario al proceso de cabio de régimen sino también una serie de problemas y temas complicado a resolver o administrar (seguridad, Ayotzinapa, imprimir celeridad al desarrollo y crecimiento económicos, etcétera) pero también la posibilidad de forjar un estilo de gobernar que mantenga la empatía y cercanía con las bases populares de su gobierno pues la oposición de derecha no va a parar —no puede parar— en su combate a la esencia de la 4T.

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