En su discurso con motivo de un aniversario de la expropiación petrolera, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y refiriéndose al futuro, afirmó: “nada de zigzaguear, sigamos anclados en nuestros principios, reafirmemos la decisión y el rumbo que hemos tomado desde que inició el gobierno”. Sin embargo, en la mañanera del 9 de mayo, y dando también por sentado el triunfo de Morena en 2024, el Presidente abrió la posibilidad del zigzagueo al afirmar que incluso si quien le suceda llegara a optar por correrse hacia el centro del espectro político, el proyecto de la 4ª Transformación seguiría vigente.

La afirmación anterior supone que hoy la 4T corre por un carril claramente situado en la izquierda del espectro político pero ciertos indicadores muestran que en algunos tramos ese carril del proyecto gubernamental aún cruza por terrenos del centro e incluso por los de la derecha. Un posible “corrimiento hacia el centro” en realidad llevaría a la 4T a mantenerse colindante con o dentro de la zona de la que debe alejarse: la de la derecha, es decir, de esa que preserva la estructura social producto de la post revolución especialmente en sus etapas post cardenistas y neoliberal, caracterizadas por la aceleración de la concentración de la riqueza en pocas manos. Según datos de Forbes, la lista de 2023 de los diez mexicanos con las mayores fortunas la encabeza Carlos Slim con 93 mil millones de dólares y la cierra Carlos Hank Rhon con tres mil millones de dólares. Esas diez de familias, en un país conformado por 34 millones de hogares, poseen en conjunto una fortuna de 263 mil millones de dólares. Tomemos otro indicador que apunta en la misma dirección: la evolución de la proporción del salario dentro del producto interno bruto (PIB). Según el sistema de cuentas nacionales del INEGI en 1975, cuando el “desarrollo estabilizador” caducó, los salarios representaban el 40% del PIB. Sin embargo, para 2017 la política neoliberal había logrado que esa proporción descendiera al 26%. De entonces a la fecha la tendencia apenas se habría detenido. Así, en la crucial disputa entre el capital y el trabajo y por casi medio siglo, éste último ha sido el perdedor.

En conjunto, la 4T ha significado el mayor sacudimiento y cambio político y cultural de los últimos 78 años. Su lema “primero los pobres” ha trastocado el sentido mismo del ejercicio del poder gubernamental y lo ha encaminado rumbo a la izquierda y enfrentado con los grandes intereses creados a lo largo de los tres últimos cuartos de siglo. Como ya lo han dicho otros, AMLO logró poner a la sociedad mexicana frente un espejo y le obligó a mirarse de cuerpo entero todas sus fallas. Para la oligarquía y una buena parte de las clases altas y media esa exhibición de fealdades es una acusación que no van a perdonarle al “peje” de Tepetitán. En contraste, y así lo prueban las encuestas, para la mayoría de los mexicanos el diagnóstico y el discurso del lopezobradorismo sobre las deformidades de la estructura social mexicana son una confirmación de la legitimidad del “primero los pobres” y una exaltación de la contribución de las mayorías a la formación y sostenimiento de la nacionalidad. Las políticas sociales de la 4T y el aumento real de la remuneración al trabajo son apenas un paliativo para la pobreza, pero también son un refuerzo a la autoestima y sentido de la dignidad ciudadana de los sectores populares.

La corrupción, un mal endémico, sigue afectando a México, pero su denuncia sistemática desde la presidencia, la exposición constante de sus mecanismos y de sus efectos desmoralizantes, son los primeros y necesarios pasos para empezar a limpiar ese establo de Augías, el mítico rey de Elide, en que el viejo régimen convirtió lo mismo a la “alta política” que la relación cotidiana entre el ciudadano y su gobierno.

La 4T ha tenido logros impresionantes, sustantivos, pero aún le falta atacar el “corazón de las tinieblas” de la desigualdad y la corrupción. Y justamente por eso, y si Morena triunfa en 2024, no puede permitirse quedarse en donde la deje AMLO ni “correrse hacia el centro”, sino usar la legitimidad de las urnas para reafirmarse en la izquierda y contra la desigualdad extrema.

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