El domingo se llevó a cabo el tercer debate entre el y las candidatas presidenciales. Como en los dos anteriores, el debate valió la pena gracias a la actitud asumida por las candidaturas y no por el formato y diseño aprobados por el INE.
De nuevo, el Instituto se plegó a las demandas de los representantes partidistas y ajustó las reglas del encuentro a sus exigencias. En ese sentido, se dio un retroceso frente a lo ganado en 2018 cuando el INE fijó las reglas pensando en el interés de las audiencias y no en el confort o pretensiones de los candidatos. Así, por ejemplo, el INE cedió suprimiendo el formato “cara a cara” (inspirado en el modelo alemán de los debates “duelo” en donde los candidatos interactúan criticándose y argumentando directamente entre sí) que habían fijado y que era totalmente novedoso en México, para dar lugar a un espacio, en el último segmento, en donde los contendientes debían responder a una pregunta formulada por cada uno de ellos con la mediación de los moderadores.
No obstante, creo que el tercer debate fue sumamente útil —incluso más que los anteriores— porque nos permitió conocer mejor a Álvarez Máynez, a Xóchitl Gálvez y a Claudia Sheinbaum en su carácter, talante y actitudes; y eso es información valiosísima a la hora de orientar nuestro voto, pues no se trata solo de elegir el que, a nuestro juicio, es el mejor proyecto político, sino también a quién habrá de gobernarnos, es decir, a la persona que ejercerá el poder en el futuro inmediato.
Y aunque probablemente el tercer debate quedó a deber en términos del contraste de diagnósticos, propuestas y la manera de llevarlas a cabo, me parece que despejó muchas dudas en torno a quienes son realmente las candidatas y el candidato y cuál es la actitud que asumirán en caso de ganar y ejercer el poder.
En ese sentido, la que más y mejor evidenció quién es realmente fue Claudia Sheinbaum. En torno a ella, en muchos sectores, existían hasta ahora dudas sobre cómo actuaría en caso de ganar la elección y asumir la Presidencia. Hoy queda claro: es una persona con un carácter y un talante profundamente autoritario. Ello es así por cuatro razones:
1. Es repelente a la discusión y a confrontar ideas. Aunque se diga científica, sus desplantes de soberbia y sobradez descalificando sin argumentos ni datos (ciertos) las objeciones y cuestionamientos que se le hicieron, deja en claro que es alguien acostumbrada no a discutir, sino a imponerse. Vaya, ni siquiera se dignó a voltear a ver a sus contrincantes cuando se referían a ella y simplemente los ignoró, dedicándoles, si acaso, muecas burlonas.
2. Miente descaradamente en prácticamente todos los temas. Según sus datos la mayoría de las personas se sienten más seguras en el país; los feminicidios van a la baja; es mentira que haya habido más muertes que las oficialmente reconocidas durante la pandemia; no se han hecho recortes a los presupuestos de educación, ciencia y tecnología; la política de AMLO se ha centrado en la búsqueda de la paz; entre una interminable retahíla de afirmaciones falsas que hizo sin inmutarse siquiera.
3. Tiene una mentalidad dicotómica que evidencia que continuará con la lógica de polarizar a la sociedad a partir de posturas intolerantes e intransigentes. Sin pudor, afirmó que sus opositores son el autoritarismo, la represión, los privilegios, el saqueo, la mentira, los fraudes electorales, el clasismo y el racismo, los defensores de unos cuantos y el pasado; mientras que ellos son la democracia, la libertad, el bienestar y los derechos, la defensa del patrimonio nacional, la verdad, las elecciones libres, el humanismo, los defensores del pueblo, el presente y el porvenir. Bonita manera de ser “demócrata”.
4. Respalda las propuestas más retrógradas políticamente hablando y regresivas en términos democráticos. Sin medias tintas afirmó que para ella el poder político es uno y que la división de poderes significa que aquél sea autónomo del poder económico (¡pobres Locke y Montesquieu)!, que defenderá la prisión preventiva oficiosa, así como la captura de la SCJN y del INE mediante la elección popular de sus titulares, la desaparición de los órganos autónomos y la eliminación de la representación popular que permite el reflejo de la pluralidad de la sociedad en el Congreso.
¿Alguna duda? Inmejorables elementos para orientar nuestro voto, me parece.