En todo el mundo, la democracia enfrenta desafíos muy importantes. Las expectativas no cumplidas por los gobiernos democráticamente electos, las crisis económicas, los problemas estructurales –pobreza, desigualdad, corrupción, impunidad e inseguridad– que aquejan a la mayoría de los países y la sacudida que implicó la pandemia de Covid-19 (con su secuela de efectos políticos, económicos y sociales) han generado un sentimiento de descontento con el que, a la fecha, sigue siendo el mejor sistema de gobierno y de convivencia social que haya ideado la humanidad: la democracia.
Es natural y hasta comprensible que, frente a la persistencia de problemas en muchos casos ancestrales, amplios sectores de nuestras sociedades se sientan excluidos, inconformes e indignados frente a sus gobiernos y frente a las instituciones de la democracia.
Ése es el principal desafío que enfrentan los regímenes democráticos de todo el mundo: cómo encarar ese descontento y cómo atender eficazmente esos reclamos legítimos mediante mecanismos democráticos y legales, y no a través de presuntas soluciones políticas que, además de no resolver los problemas de la ciudadanía, encarnan en su lógica graves riesgos de retroceso democrático.
Siempre he sostenido que los problemas de la democracia sólo pueden resolverse con más democracia, y no mediante respuestas fáciles, salidas falsas o medidas aparentemente populares, que en su interior contienen el germen de graves regresiones autoritarias.
A la decepción con la democracia, y el auge de presuntos redentores, en nuestro siglo se suman otros factores que están implicando serios retos para las democracias. Uno de ellos es consecuencia del desarrollo de las tecnologías de la información, la irrupción de las redes sociales y el acceso cada vez más generalizado a Internet, fenómenos que permiten la circulación masiva e inmediata de información (muchas veces falsa), de franca desinformación o que hacen muy fácil la propagación de discursos de odio e intolerancia que contribuyen a polarizar aún más a las sociedades.
Otro reto, que es quizás aún más preocupante, es el asedio permanente hacia instituciones de la democracia –en primera instancia, pero no sólo, a los órganos electorales– por parte de gobernantes que, paradójicamente, llegaron al poder por la vía de las urnas. En varios países son visibles al menos cuatro estrategias en ese sentido: a) las campañas de desprestigio hacia autoridades electorales mediante la difusión de noticias falsas o medias verdades sobre esas instituciones y sus funcionarios; b) el acoso personal a los altos oficiales electorales que ha llegado a la amenaza abierta y, en ocasiones hasta a la agresión física o persecución penal; c) la asfixia presupuestal mediante recortes supuestamente justificados por el “alto costo” de la política y las elecciones; y finalmente, d) las reformas legales que buscan minar la autonomía de los organismos electorales, al reducir la calidad de sus procesos técnicos bajo el pretexto de la austeridad presupuestal o, incluso, proponerse su captura para propiciar un arbitraje a modo de los intereses de los partidos gobernantes.
Ése es el delicado contexto en el que nos encontramos, y por el que un grupo de organismos internacionales, autoridades electorales de varios países y asociaciones regionales de órganos electorales decidimos convocar a la Cumbre Global de la Democracia Electoral.
En ese marco, entre junio y agosto pasados, se llevaron a cabo cinco foros regionales de discusión sobre esos temas, con autoridades y especialistas de Europa, América, África, Asia y de la región árabe, de los que derivaron una serie de reflexiones sobre el estado actual de nuestras democracias en su dimensión electoral.
A partir de esos foros, se decidió convocar a una cumbre global para tener una amplia discusión con las inquietudes y propuestas de todas las regiones, y trazar juntos algunas rutas para fortalecer los regímenes democráticos, buscando, precisamente, soluciones democráticas a los problemas de la democracia.
México y el INE serán la sede de esta cumbre global los próximos 20, 21 y 22 de septiembre. Durante esos tres días se expondrán las conclusiones de los foros regionales y se celebrarán paneles temáticos de discusión y conferencias magistrales con especialistas de primer nivel.
La presencia de una veintena de órganos electorales, organismos regionales y las más prestigiadas instituciones de defensa y promoción de la democracia, implica, sin duda, un reconocimiento al liderazgo internacional del INE y a la buena salud de nuestro sistema electoral.
Aun enfrentando muchos de los desafíos presentes a nivel mundial, México es actualmente un referente democrático, no sólo para América Latina, sino para todo el mundo. Esto es así por la alta calidad de nuestros comicios y el compromiso cívico y democrático de las mexicanas y mexicanos, quienes son los que realmente hacen posible nuestra democracia electoral.
La Cumbre Global de la Democracia Electoral (que podrá seguirse en las plataformas digitales del INE) será una extraordinaria oportunidad para reflexionar sobre un tema que nos atañe a todas y todos.
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