Emocionante y esperanzador, así fue el discurso de la presidenta Claudia Sheinbaum durante la toma de protesta ante el Congreso de la Unión. En su mensaje, las “mujeres” fuimos nombradas 22 veces, reafirmando lo dicho por ella, “lo que se nombra existe”, y parece básico, pero al no ser nombradas, las mujeres fuimos invisibilizadas en la historia de México por mucho tiempo. Por eso, nombrarnos y hacernos protagonistas de su discurso el día de ayer, tiene un significado, el cual estamos seguras, será un eje en su gobierno.
Ayer muchas mujeres sentimos que, por fin, a muchas de nuestras ancestras se les hacía justicia. Al señalar a las heroínas anónimas, nombró a las abuelas, madres o hermanas, y estoy segura que nosotras les pusimos el nombre; en mi caso, recordé a mi mamá de crianza, Chole, que apenas sabía leer y escribir porque, como mujer de su época, su labor debía ser solo el hogar y los hijos e hijas; recordé a mi abuela Lilia, a quien le debo el nombre y que corrió más o menos con la misma suerte. En ese carrusel de nombres está María Petra, Martha, Margarita, Trinidad, y cientos de nombres más que forman parte de nosotras y que sin ellas, ninguna de nosotras estuviera aquí, pues su invisibilización de la historia no las borra de la nuestra.
Así como nombró y le dio valor a esa labor silenciosa pero jamás intrascendente del cuidado, también les dio su lugar a quienes se empoderaron y lucharon desde su particular trinchera, desde esos lugares que parecían concesiones pues coincidían a la parte “femenina”, me refiero a profesiones como el magisterio o la enfermería (que no medicina). Desde ese lugar, Matilde, mi madre, quien no solo fue nombrada en este episodio, sino reconocida con su lucha por llevar a más niñas, niños y adolescentes la educación, herramienta en la que siempre creyó para lograr el bienestar.
El reconocimiento de un pasado marca el rumbo de un presente y futuro, mientras que la visibilización significa no solo nombrar, sino considerar y no olvidar a quienes estoy nombrando. Y esto, enmarcado en el discurso de una presidenta, tiene que significar que habrá una política de Estado que nos haga justicia a las mujeres, y así lo refrendo cuando afirmó que nosotras tenemos derecho a la igualdad sustantiva, que no es otra cosa que tener acceso a las mismas oportunidades y trato para el ejercicio de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Es la capacidad de hacer efectivos los derechos universales en la vida cotidiana y para lograrlo, son necesarias políticas públicas que así lo garanticen.
Y las primeras señales no tardaron en llegar, a los programas sociales que han llevado justicia a sectores vulnerables, se suma el que a las mujeres de entre 60 y 64 años se les dará un apoyo bimestral como un reconocimiento a su trabajo; apoyo a todas las mujeres indígenas artesanas; la creación de la Secretaría de Mujeres; igualdad sustantiva de las mujeres a nivel constitucional; no más brecha salarial; gabinetes paritarios en municipios y estados; Ley Olimpia; ley contra la violencia vicaria; ley el agresor sale de casa; obligatoriedad de mujeres en todos los ministerios públicos; homologación del tipo penal de feminicidio; obligatoriedad de fiscalías especializadas en todas las fiscalías; garantía de acceso a la salud de las mujeres en todo su ciclo de vida: salud sexual y reproductiva; derechos agrarios a las mujeres; cartilla de derechos para mujeres: redes comunitarias de apoyo para la mujeres (cuidadoras de la patria); creación del Sistema Nacional de Cuidados, iniciando con centros de bienestar infantil para jornaleras agrícolas y mujeres de maquila en ciudad Juárez.
Esto significa VISIBILIZAR a las mujeres. Y aquí es donde cobra relevancia la segunda palabra más usada por la presidenta: transformación, que es cambiar la forma de algo, en este caso, de un sistema, de un modelo de desarrollo que no servía, por uno que sí. El proyecto presentado y ejecutado por el expresidente López Obrador, la Cuarta Transformación, a partir del 01 de octubre, es un tiempo de mujeres, es nuestro tiempo.