Esta semana, ya fuera del término legal que se venció hace unos días, el Senado de la República tendría que elegir al nuevo ombusdman de una terna enviada por las Comisiones de Derechos Humanos y Justicia de esta Cámara, de la cual uno de ellos deberá alcanzar las dos terceras partes de la votación. La semana pasada se votó una primera terna en dos ocasiones en las que ninguno de integrantes alcanzó las dos terceras partes de los votos. Tras la segunda votación, se regresó la terna a comisiones con la solicitud de que éstas mandaran una nueva esta semana.
Con esta elección está en juego la autonomía y el profesionalismo de la institución, y la confianza e interlocución que ésta mantenga con la sociedad en general y con la sociedad civil organizada en lo particular. Se dice fácil, pero no lo es. Hace apenas 7 años, antes de que entrara el Dr. Luis Raúl González a presidir la CNDH, las organizaciones sociales acusaban a dicha institución de no atender la problemática de derechos humanos que enfrentábamos como país. Muchos de los casos de violaciones a derechos humanos llegaban directamente a instancias internacionales, sin pasar por los mecanismos nacionales de atención, porque existía una enorme desconfianza.
El actual ombudsman y su equipo se dieron a la tarea de reconstruir la dignidad y la autonomía de la CNDH y con ello, de recuperar la interlocución con las organizaciones sociales. Eso lo lograron con un trabajo dedicado, profesional y minucioso, que pasaba por tener el cuidado de no irse al otro extremo que pusiera en riesgo su interlocución con las instituciones de gobierno, lo cual los hubiese llevado a perder su eficacia. Es decir, el Dr. Luis Raúl González y su equipo tuvieron la visión, la ecuanimidad y la templanza que les permitió recuperar el balance y lograr nuevamente que la CNDH jugara el papel para el que había sido creada. Recuperaron la interlocución con la sociedad y reconstruyeron además el consejo consultivo del organismo, devolviéndole la autonomía y capacidad de crítica constructiva que también ha contribuido al fortalecimiento de la Comisión.
Más allá de la numerología, hoy la CNDH de Luis Raúl mantiene el diálogo y la interlocución constante con sociedad civil y hasta hace un año la mantenía también con el gobierno. Todas sus recomendaciones fueron aceptadas por las diversas dependencias del Ejecutivo Federal, hasta que el gobierno de López Obrador rechazó la recomendación 29/2019 relacionada con el Programa de Estancias Infantiles.
Andrés Manuel López Obrador no midió el daño que le hace a la institución y a las víctimas de violaciones a los derechos humanos cuando la descalifica e insulta a su titular, pero el daño es aún mucho mayor cuando quiere meter las manos, como lo esta haciendo, con el proceso de designación del nuevo presidente del organismo.
El presidente de la república quiere un presidente de la CNDH a modo de igual forma que desea ministros, legisladores y titulares de las demás instituciones autónomas a
modo, porque su lógica es una lógica autoritaria y antidemocrática que pasa por eliminar los contrapesos.
Sin embargo, en el caso específico de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, vulnerar su autonomía y debilitarla pone en riesgo a las víctimas de violaciones a los derechos humanos que hoy cuentan con un organismo al cual acudir y ante el cual exigir el resarcimiento de los mismos, pone en riesgo también el ejercicio de los derechos de la población más vulnerable y marginada, que son quienes generalmente acuden a esta institución en busca de la justicia expedita que muchas veces no garantizan los tribunales.
Ojalá que los senadores de Morena y de la oposición, en cuyas manos está la designación del nuevo titular de la CNDH, hagan un trabajo digno que proteja a la institución y garantice su autonomía para los próximos cinco años, porque en ello radica el beneficio que ésta tiene para la protección y defensa de los derechos humanos de los ciudadanos.
Ex subsecretaria de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación