Cuando en México diario matan a 4 menores como asesinaron a Fátima y no pasa nada, quiere decir que nos estamos quedando sin alma. Cuando diariamente asesinan a 10 mujeres, como a Ingrid y a Abril y el 90% de esos casos quedan impunes quiere decir que todos vivimos presos.
En 2018, cuando Andrés Manuel rindió protesta, los pendientes en materia de género eran muchos, de 2007 a 2017 la tasa de homicidios de mujeres casi se triplicó y según datos del Inegi dos terceras partes de las mujeres de 15 años y más han sufrido violencia alguna vez. A pesar de estos datos, este gobierno no ha demostrado que la equidad de género y la lucha por erradicar la violencia contra la mujer sean prioridad. Durante 2019 se registraron 3,616 muertes violentas de las cuales solo 976 están siendo investigadas como feminicidios.
Cualquiera diría que este diagnóstico sería suficiente para obligar al gobierno a actuar, pero al contrario. Desde que López Obrador, al inicio de su gobierno, decidió cancelar el Programa de Estancias Infantiles que permitía a madres trabajadoras conciliar trabajo y familia, el Programa de Garantías para la Mujer a través del cual Nafin otorgaba créditos para proyectos productivos que contribuían a su empoderamiento y la línea 01800-háblalo que daba asistencia legal y psicológica a mujeres víctimas de violencia y amenazó con cancelar los apoyos para refugios sin plantear ninguna alternativa, dejó en evidencia su poco interés en el tema.
Estos programas no fueron sustituidos por otros que atendieran de mejor manera esa problemática sino que fueron reemplazados por transferencias monetarias directas que no promueven el desarrollo ni garantizan derechos. Hoy a algunas con suerte les entregan una lanita y que se hagan bolas solas. A más de un año de gobierno no ha habido una propuesta enfocada a reducir la inequidad, prevenir la violencia y empoderar a las mujeres. A ello se suma la reciente disminución del presupuesto a Fevimtra, la fiscalía especializada para atender delitos contra las mujeres –que por cierto el presidente no tiene en el radar– en un 13%.
En pocas palabras, al presidente el tema de género le estorba y su gabinete es incapaz de presentar una propuesta. Más allá de entregar dinero no se les ve a las secretarias del Trabajo y de Desarrollo Social construyendo una política pública que permita a las mujeres conciliar familia y trabajo como lo hacía el programa de estancias infantiles o construyendo un nuevo programa de microcréditos como el que operaba Nafin y estos son fundamentales para empoderar a las mujeres y evitar que estas tengan que aguantar violencia en el hogar por la falta de independencia económica.
Tampoco se ve a la secretaria de Gobernación que preside el Sistema para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, coordinado acciones dentro del gabinete y en los estados, vamos, no ha siquiera cumplido con presentar el Programa Nacional en la materia. No ha destinado mayor presupuesto a la construcción de centros de justicia ni ha exigido a los gobernadores que alimenten el Banavim (Banco Nacional de Información sobre Violencia contra la Mujer).
Y el presidente todavía se victimiza y acusa un complot en su contra y una “campaña de difamación” o simplemente expresa su “deseo de que se reduzca la violencia y no se agreda a las mujeres” y ofrece un decálogo ridículo que solo refleja ignorancia y desinterés. Su táctica de echar la culpa al periodo neoliberal ya se agotó, porque hoy siguen asesinando a mujeres y niñas inocentes, 10 al día, sin ninguna acción que provenga de las autoridades con el fin de frenar los feminicidios y garantizar que mañana no habrá otra Fátima, otra Ingrid u otra Abril, porque ni una mujer más merece morir en manos de la violencia, y la inacción del estado también es violencia, porque México merece ser un país libre y porque si nos quedamos sin alma ya lo perdimos todo.
Abogada y exdiputada federal
@lialimon