El cambio de gobierno en Estados Unidos implica el fin de una etapa de obscuridad, confrontación, polarización y debilitamiento de las instituciones democráticas que encabezó Trump. El daño que un líder populista puede hacer a su país en poco tiempo es inmenso, lo vimos allá y lo hemos visto en otros países como el nuestro en los últimos años.
Hoy Biden recibe una nación en la que los ciudadanos, gracias a un líder dedicado a polarizar, han radicalizado sus posturas. Lo vimos recientemente con la toma del Capitolio. En este contexto, el diálogo, la concordia y el encuentro civilizado con los otros poderes, con la oposición, con los medios y con quienes piensan distinto serán fundamentales para hacer frente a los retos que deja Trump.
Estados Unidos vuelve a tener a un presidente que cree en el Estado de Derecho, en las instituciones democráticas, en la globalización, en el libre comercio, en la defensa del medio ambiente, en la libertad de expresión y en los derechos humanos. A pesar de lo que se vivió en el país vecino desde el proceso electoral hasta hace unos días, que denota desgaste y cierta vulnerabilidad del modelo presidencial, el cambio de titular del Ejecutivo y el discurso con el que llega genera esperanza de recuperar el respeto a las instituciones democráticas y promueve un ambiente de unidad y respeto.
Ahí la figura de Kamala Harris, primera vicepresidenta mujer y además de origen afro descendiente y asiático y que profesa una religión distinta a la de la mayoría de la población de ese país, juega un papel crucial. Su presencia no sólo es un ejemplo para las niñas afro descendientes de que los sueños se pueden alcanzar, como ella misma lo dijo cuando ganaron la elección. También manda un mensaje de reconciliación, de inclusión y de reconocimiento a que uno de los factores que ha hecho de Estados Unidos una gran nación ha sido la diversidad de razas y nacionalidades que ahí convergen. Pero dicho mensaje implica también un compromiso de este nuevo gobierno, que además de ser el primero con vicepresidenta mujer, es el que más mujeres ha incorporado en cargos de decisión.
Justamente por ello este nuevo gobierno además del reto de conciliar, también deberá adaptarse a los nuevos tiempos y a un mundo que ya cambió donde la inclusión de mujeres y grupos que representan minorías no sólo en el gobierno sino en las empresas, en los medios, en la ciencia, en los deportes, en el arte y en todos los ámbitos y actividades de la sociedad, se vuelve pieza clave para lograr mayor crecimiento y más equitativo. Y al hablar de inclusión no me refiero sólo a incorporarlos o darles entrada sino a que su voz se escuche, es decir, a que personas pertenecientes a estos grupos puedan aportar desde lo que son, sin tenerse que asimilar con el modelo tradicional de hombre blanco para tener cabida, porque es desde las diferencias donde una mujer, un homosexual o transexual, una persona con discapacidad, un afro descendiente, un latino, un asiático, un nativo o un integrante de cualquier otra minoría puede generar propuestas e ideas enriquecedoras para una organización que no se le ocurrirían a quienes tradicionalmente han gobernado y han encabezado los espacios de toma de decisión tanto en lo público como en lo privado. He ahí la riqueza de la verdadera inclusión y es hacia donde toda nación que pretenda avanzar en la reconciliación y en la construcción de sociedades pacíficas y equitativas debe caminar.
@lialimon