Como parte de las secuelas del Día de la Mujer, se estuvieron reproduciendo videos de clases en línea en donde varios profesores universitarios fueron exhibidos en su sexismo y clasismo. Atinadamente, ya fueron separados de su espacio docente.

Lo que escuchamos parecería inconcebible, pero, desafortunadamente, no llama a la sorpresa porque sabemos que son prácticas comunes inveteradas que ya habían sido denunciadas en lo que se llamaron “tendederos” en varias escuelas y Facultades. Desde aquel momento, se pusieron nombres y apellidos. Caras vemos, comportamientos sí sabemos.

En un foro que organizó mi Facultad, en el contexto del 8 de marzo, se recordó que, el conjunto de las primeras maestras era conocido, despectivamente, como el Club del Hogar, haciendo referencia a un entonces famoso programa de televisión.

De viva voz, Carmela Vázquez Gil y Vitoria Adato me han platicado sus experiencias cuando estrenaron Ciudad Universitaria. Era la generación de las crinolinas y las tobilleras. Ellas, como notoria minoría, recibieron trato diferenciado pero respetuoso. Aún en los 60s, la maestra Arcelia Quintana narra que algunos profesores de Derecho Penal les pedían que abandonaran la clase cuando se trataban los delitos sexuales porque se sentían incómodos de tocar esos temas frente a ellas.

En mis tiempos de estudiante (finales de los 70 y principios de los 80), en mi Facultad no se hablaba de feminismo, había que ir hacia la entonces vecina de Ciencias Políticas para enterarse de muchas cosas que en la de Derecho no cabían. Ahí escuché por primera vez a Amparo Ochoa cantar: “Mujer, si te han crecido las ideas, de ti van a decir cositas muy feas…”.

Y cosas muy feas decía un afamado profesor de obligaciones. Con mirada reprobatoria nos veía llegar con jeans y decía: “aquí las mujeres solo entran a mi salón con faldas, salvo que tengan las piernas leprosas.” Yo recién había cumplido la mayoría de edad y no me atrevía a decir nada. La única que se enfrentaba a él era la hoy reconocida feminista Marta Torres Falcón, a quien admiro desde entonces.

En las clases de Penal dos expresiones se repetían semestre a semestre como “chistes”: “la violación no es un delito, es un deleite” y “si la violación es inminente, relájate y goza”.

Aún hoy se siguen dando expresiones de este tipo en los salones de clase. Por supuesto que quienes deben modificar su comportamiento son los profesores, pero están cómodos en su posición de jerarquía intocable. El cambio lo han ido propiciando las propias estudiantes. Ellas y sus compañeros aliados ya tienen hoy más fuerza y elementos para reaccionar. El ideal es la cero tolerancia. Por supuesto que el compromiso de las autoridades universitarias es fundamental.

Las estudiantes de Derecho tienen que formarse fuertes y seguras porque habrán de desenvolverse en otros espacios donde también impera el sexismo y en sus manos estará, más temprano que tarde, la defensa de otras mujeres que sufren violencia.

Las aulas universitarias son, sin duda, el espacio idóneo para hablar del modelo patriarcal imperante y de las vías de transformación. La Universidad es, por antonomasia, el lugar donde se genera conocimiento y se moldea el porvenir. Necesitamos a docentes que sean vehículos de cambio y no agentes de reproducción de desigualdades por razón de sexo. Hay momentos idóneos para revisar y corregir las malas prácticas. Hoy es uno de ellos.

Catedrática de la UNAM.
@leticia_bonifaz

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