Ruth Bader Ginsburg tuvo una vida larga, plena y ejemplar. Falleció a los 87 años dejando un legado inmenso en el mundo del Derecho y fuera de él.

¿Qué no se ha dicho en estos días de esta pequeña gran mujer? Hay mucho que resaltar de su vasta trayectoria y de cómo la fama mundial de sus últimos años la ayudó, aún más, a colocar en agenda los temas que fueron su razón de vivir.

La forma de ver la vida que tuvo Ruth y sus principales batallas tienen que ver con su origen, con su niñez en Brooklyn; con sus vecinos italianos católicos, con su primer encuentro consigo misma al descubrir su condición de judía en plena segunda guerra y su condición de mujer con los roles diferenciados que vivió de niña.

Ruth aprendió pronto a leer, pero con la escritura tuvo un inicio traumático porque era zurda y la maestra la obligaba a escribir con la derecha. (Algo muy común en aquella época). A Ruth le quedó claro que no había que “convertir” a nadie.

Era una líder natural. Sus compañeros de clase dejaron constancia de lo popular que era y de la especie de magnetismo que poseía.

La mamá de Ruth, Celia, era una admiradora de la entonces primera dama Eleanor Roosevelt. Ruth en la adolescencia, siguió con atención la fundación de las Naciones Unidas y la declaración de derechos en el sentido de que hombres y mujeres tenemos la misma dignidad humana e iguales derechos·. Con ese tema, Ruth, de octavo grado, escribió su primera columna en el Highway Herald la de su escuela. En ella decía que los niños podían hacer mucho por la promoción de la paz y era optimista respecto del futuro. Con esto se advierte que Ruth, desde una edad muy temprana, se vio como parte actora de la transformación del mundo y no como mera espectadora.

Su mamá, desafortunadamente, falleció cuando Ruth iba a iniciar el bachillerato, pero tuvo tiempo para contribuir a hacerla fuerte e independiente. Inusual en las madres de la época.

Ruth y su padre se mudaron para que estudiara en Cornell. Ahí conoció a los dos profesores que marcaron su vida: Vladimir Nabokov y Robert Cushman. El primero, le cambió la forma de leer y escribir: “usaba las palabras como pintar cuadros”; el segundo, la acercó a los derechos civiles y al derecho constitucional.

El siguiente suceso venturoso fue el encuentro con quien sería su compañero de toda la vida: Martin Ginsburg. Joven brillante que nunca le tuvo miedo a la inteligencia de Ruth. La pareja se complementó en lo doméstico y en lo profesional. Martin fue pionero de lo que hoy llamamos “nuevas masculinidades”.

Ruth, tanto en el aula universitaria como en tribunales, —en su papel de litigante primero y luego como juez—, tomó como propio el tema de los roles de género y su impacto en la legisla ción, generando precedentes y abriendo una brecha luminosa por la que han transitado cientos de personas.

El magnetismo del que hablaban sus compañeros de la primaria continuó presente en tiempos de globalización y redes sociales. ¿Cómo una juez de la Suprema Corte de los Estados Unidos pasó a ser el referente de las y los jóvenes? En época de escasez de líderes profundos y sustanciosos, la justice se volvíó un ícono y su imagen e iniciales llegaron, incluso, a ser souvenirs.

En esta semana de funerales, ha habido llanto, flores, libros agotados, reflexión e imágenes para guardar en el recuerdo. Las condolencias continúan y el Capitolio la espera antes de su destino final en Arlington.

Catedrática de la UNAM.
@leticia_bonifaz

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