Se acerca el 10 de mayo, fecha emblemática dedicada a las madres en México. Es una celebración colmada de estereotipos. La buena madre es la madre abnegada, la que es capaz de sacrificarlo todo. En contraste, la mala madre es aquella egoísta, que se atreve a pensar en ella, en sus propios intereses y su propio desarrollo. La maternidad ha estado rodeada de mitos y de roles impuestos. No seguirlos genera culpas y ansiedad. Por lo mismo, la salud materna tampoco había estado en el foco, ni siquiera se nombraba. Solo recientemente, por ejemplo, se comenzó a hablar de violencia obstétrica y a dejar atrás la sentencia bíblica de que la mujer tendría que parir con dolor. La maternidad comenzó a verse en clave de derechos, antes que todo, como libre elección de cada mujer y no como destino manifiesto.

En esta elección, la mujer tiene derecho a la atención de su salud durante todo el proceso de embarazo, parto y puerperio; derecho a una maternidad digna, a ser escuchada e informada por los profesionales de la salud que intervienen en el proceso.

A nivel internacional, tanto la Organización Mundial de la Salud, como el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Comité para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, CEDAW, han establecido como derechos humanos de las mujeres el derecho al trato digno, respetuoso y sin humillaciones por parte del personal médico y hospitalario.

El Comité CEDAW, en aplicación del protocolo facultativo de la Convención, se ha pronunciado en tres ocasiones contra España por violencia obstétrica. Los casos se pueden identificar con los números 138/2018, 149/2019 y 154/2022. Tanto Gladys Acosta, quien hasta hace pocos meses presidió el Comité, como Hiroko Akisuki, una de las actuales vicepresidentas, hicieron un gran trabajo como relatoras de hechos que sucedieron en hospitales públicos del País Vasco, Galicia y Andalucía. Las mujeres que acudieron al Comité habían agotado todas las instancias jurisdiccionales internas y no habían logrado la protección de la justicia española porque en los juicios no hubo perspectiva de género, ni se tomaron en cuenta los factores que llevan a deshumanizar la atención a las mujeres y a instrumentalizar sus cuerpos.

No vamos a entrar aquí en detalles de los tratos inhumanos y degradantes que sufrieron estas mujeres. Solo vamos a precisar que el Comité determinó que hubo trato irrespetuoso y ofensivo, humillaciones y maltrato verbal por parte de los profesionales de salud que intervinieron. Se exhibió cómo la maternidad fue vista como un disvalor social, en contraste con lo aparentemente valioso que se ha construido alrededor de ella.

En los casos presentados se comprobó la violencia institucional, violencia de género, violaciones a los derechos a la salud, a la información, a la integridad personal y a no ser sometidas a tortura y tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Es muy importante que se revisen estos precedentes porque el fenómeno ha estado presente en otros países del mundo y en especial en nuestra América Latina. México no es la excepción. GIRE ha documentado varios casos en clínicas y hospitales del sur-sureste en los que, además, se suma la condición de ser mujeres indígenas. Así que, más allá de las loas y los pedestales, es urgente colocar a las mujeres en el centro de los derechos y buscar la plena efectividad de los mismos.

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