El lunes pasado se inició en la UNAM el proceso sucesorio. La Junta de Gobierno emitió la convocatoria para que las y los aspirantes a la rectoría, se inscriban y comiencen a preparar sus programas de trabajo. Habrá un amplio periodo durante el cual toda la comunidad universitaria podrá ser escuchada.

Desde mi punto de vista, junto con todos los desafíos que hoy tiene la Universidad, reforzar la agenda de género tiene que ser prioridad. Basta revisar cuáles han sido los últimos conflictos en la máxima casa de estudios para saber que el tema de la violencia contra las mujeres universitarias debe estar necesariamente presente. Los “tendederos” en las distintas escuelas y faculta des han exhibido sistemáticamente a aquellos maestros que creen seguir teniendo derechos sobre los cuerpos de las estudiantes, mismos que van desde comentarios aparentemente inocentes hasta el condicionamiento de calificaciones a cambio de “favores sexuales”. Estas conductas que han estado de alguna manera normalizadas y que han contado con la complicidad derivada del llamado pacto patriarcal, deben erradicarse, no solo paliarse o dejarlas para resolver más adelante. En las aulas universitarias debe haber cero tolerancia ante cualquier comportamiento machista que denigre, ofenda y discrimine a cualquier estudiante. Hay que recalcar que entre profesores y alumnas hay relaciones asimétricas de poder que tienen que ser consideradas.

La Facultad de Artes y Diseño estuvo en paro del 13 de marzo al 7 de agosto pasado. Escuché y vi en el campus a las aguerridas jóvenes exponiendo sus justificadas demandas. La Facultad de Enfermería y Obstetricia también tuvo un paro, más breve, pero significativo en cuanto a sus demandas. No deja de ser relevante la reacción que tuvieron las y los estudiantes de la Prepa 3 ante el suicidio de una compañera que no soportó las presiones en la Escuela.

Este nuevo inicio en la titularidad de la rectoría es una gran oportunidad para revisar los procesos de denuncia de discriminación y violencia. Es el momento de presentar propuestas para prevenir, sensibilizar y atender de manera oportuna y eficaz estos temas que aunque afectan a las mujeres principalmente, también alcanzan a la población LGBT+. Hay personal docente que discrimina desde el pase de lista hasta cómo nombran a las personas trans ignorando sus derechos de identidad.

En las Preparatorias y en los CCHs serían muy útiles, más allá de las asignaturas obligatorias, amplias campañas de prevención de la violencia en el noviazgo y también de embarazos precoces.

Hay muchas cuestiones que ya se han hablado y que se están atendiendo porque han salido a la luz; pero hay otras que permanecen soterradas y que son un secreto a voces. Me refiero a la violencia que sistemáticamente sufren los estudiantes de medicina en los hospitales y clínicas durante el periodo del servicio social y la residencia. Se ha normalizado y aceptado lo que no es normal. Los malos tratos y violencia, particularmente conta las jóvenes médicas, es grave. La mayoría no se anima a hacer denuncias formales por las represalias, la revictimización y los perjuicios personales en su ya avanzada carrera.

En la UNAM se repiten muchos de los males de la sociedad, pero desde la UNAM se pueden generar procesos profundos de cambio. Así ha sido y así seguirá siendo. Una sociedad igualitaria y libre de violencia afuera, puede construirse desde dentro.

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