El miércoles pasado falleció en Kentucky, a los 69 años, bell hooks. Ella insistía en escribir su nombre con minúsculas para que tuviéramos claro que lo realmente importante eran sus textos y no su persona. Pero ella merece que el nombre que eligió para firmar sus textos aparezca con enormes y fosforescentes mayúsculas porque fue tan grande como su pensamiento.
Aunque acaba de abandonar este plano terrenal, su legado, afortunadamente, alcanzará a las generaciones actuales y a las subsecuentes en los siglos por venir y no estoy exagerando en cuanto al tiempo porque en su obra trató cuestiones esenciales de tres esquemas de dominación cruzados: el sexismo, el clasismo y el racismo. A este cruce le agregaba enfoques desde la economía y otras disciplinas para hacerlo rico, útil, claro y transformador. Su obra seguirá siendo guía para la acción y, en el mejor de los casos, si se logra erradicar al sistema patriarcal en algunos años, quedará como testimonio de época.
A Gloria Jean Watkins, el nombre que asentaron en su nacimiento, todavía le tocó ir a colegios segregados racialmente. Su padre era conserje de escuela y su madre, afanadora. El nombre bell hooks lo tomó de su bisabuela, pionera del feminismo antirracial.
Después de consumada la lucha antirracista que tuvo como cabeza visible a Martin Luther King, bell hooks ya pudo acudir a las Universidades de Wisconsin, Stanford y la de California. Obtuvo su doctorado en literatura. Su legado consiste en más de 40 obras traducidas a quince idiomas. Estas se centran en el estudio de los sistemas de dominación y analizan la interrelación de la raza, la clase y el género en la educación, la cultura, el sistema político, la sexualidad y los medios de comunicación, básicamente.
Desde 1981, en su primer libro, comenzó a analizar el feminismo desde el sexismo y la esclavitud. Antes que ella, el feminismo imperante solo tenía la visión de las mujeres blancas de clase media y alta. Le imprimió su propia óptica desde sus propias vivencias. El libro se llama ¿Acaso no soy yo una mujer?, donde retoma la frase pronunciada en 1851 por Sojourner Truth en la Convención para los derechos de la mujer en Ohio.
Para seguirnos formando y honrar su memoria transformando el mundo, las otras lecturas indispensables son: “El feminismo es para todo el mundo” y “Teoría feminista: de los márgenes al centro”. Bell se plantea cómo deshacernos de la socialización negativa, de las prácticas de dominación. Al sistema patriarcal hay que cambiarlo, no adaptarnos a él, sentenciaba. También insistía en erradicar la idea de que el feminismo es un movimiento antihombres.
Una de las cuestiones fundamentales de su teoría es que, para ella, “la toma de conciencia feminista por parte de los hombres es tan esencial para el movimiento revolucionario como los grupos de mujeres”. Hay que enseñar a los niños y a los hombres qué es el sexismo y cómo puede transformarse. Se trata de criar generaciones de futuros hombres y mujeres libres de sexismo. Pugnaba por una currícula escolar idónea y por ofrecer imágenes alternativas.
También fue crítica del amor romántico que ofrece la cultura patriarcal; por eso, pugnaba por relaciones de pareja libres de sexismo y veía en la sororidad un arma muy poderosa para la transformación.
Sin duda, conocerla, leerla, descubrirla y seguir su guía será la mejor manera de honrarla. Descanse en Paz una imprescindible.
@leticia_bonifaz