En México y el mundo las mujeres acompañamos e impulsamos los cambios que la sociedad demanda y necesita. Hoy basta con voltear la mirada y ver lo que ocurre en Irán, donde una revolución ya no tan silenciosa, es liderada por las mujeres que han decidido no continuar sometidas a las imposiciones de un régimen que ha buscado controlar por décadas hasta los aspectos más íntimos de su vida.

Las protestas por uso del hiyab son el síntoma de una enfermedad y el reflejo de un profundo descontento social que emana de la impopularidad de un gobierno y de la restricción de las libertades. Lo cierto es que sin importar la latitud, como en el caso de lo que hoy ocurre en el Medio Oriente, ahí donde se restrinjan las libertades, las mujeres acompañarán la lucha por su reivindicación.

De igual manera, en una sociedad donde las mujeres avancen en el ejercicio y goce de sus derechos, será una sociedad que avance en conjunto. En nuestro país, hace 69 años y como fruto de una larga lucha social, nos fue reconocido a las mujeres el derecho a votar y ser votadas.

Pero la conquista de derechos y el reconocimiento de nuestra personalidad jurídica, política y capacidades, ha seguido su curso. Para el año 2020, por ejemplo, de los más de 2,400 municipios que eligen a sus autoridades a través de procesos electorales, una cuarta parte, es decir 568, ya eran gobernados por mujeres.

En el escenario estatal, actualmente 8 de las 32 entidades del país son gobernadas por mujeres, y si ponemos como ejemplo local el caso de la Ciudad de México, podemos ver que la mitad de las alcaldías tienen como primera responsable a una mujer, además de que actualmente contamos con un Congreso paritario.

El liderazgo de las mujeres es palpable en nuestra ciudad, por eso no sorprende que en días pasados hayamos sido sede del Primer Foro de Alcaldesas y Electas Iberoamericanas, un espacio de reflexión y análisis en el que mujeres de 20 estados de la República Mexicana y de ocho países distintos, se dieron cita para intercambiar experiencias y visiones.

Gobernadoras, intendentas, alcaldesas y diputadas de México, Colombia, Uruguay, Argentina, Guatemala, Perú, Nicaragua y varias naciones de Europa; conversaron sobre la responsabilidad y los retos de las mujeres en el ejercicio de gobierno, pero de manera particular, sobre el papel de las mujeres en la política y sus aportaciones en la promoción y construcción de la paz.

Al comienzo de esta columna referí el caso de las mujeres en Irán, no por casualidad, sino por una idea compartida durante el foro de alcaldesas y electas. Carolina Cosse, Intendenta de Montevideo, mencionó durante el evento de clausura que para construir la paz debemos primero construir dignidad y en ello tenemos una vocación natural. Cuando las mujeres gobernamos lo hacemos con un profundo sentido de amor al prójimo, buscando atender desde la raíz las causas que por años han limitado nuestras oportunidades de crecimiento y desarrollo, y que han ampliado también las brechas de desigualdad.

Muchas mujeres que hoy toman decisiones en la vida pública y en el quehacer gubernamental, han marcado una diferencia frente a las formas tradicionales de hacer política y de atender las problemáticas que aquejan a muchos. Pensando más en la colectividad, que en lo individual, se han diseñado soluciones formidables. Propias de una nueva generación.

Como ejemplos de estas políticas públicas que construyen paz, atendiendo distintas problemáticas desde las causas, destaca la iniciativa PILARES, impulsada por el Gobierno de la Ciudad de México, encabezado por una mujer. Se trata de puntos de encuentro multidisciplinarios que han demostrado ser efectivos para la recuperación del espacio público, la construcción de comunidad, el aprendizaje de diversas disciplinas y expresiones artísticas, así como para la adquisición de habilidades que permitan a las personas insertarse en el campo laboral.

Otro ejemplo son los “Senderos Seguros, camina libre, camina segura”. Y es que aunque muchos eran los diagnósticos sobre la violencia de género que enfrentan las mujeres en la vía pública, fue la dignificación de estos espacios lo que hizo posible garantizar la seguridad de las mujeres capitalinas en sus propios entornos.

De la conquista del voto, a la paridad de género en los espacios públicos. De la lucha de las mujeres mexicanas por ser incluidas en la toma de decisiones a la lucha de las mujeres iraníes dispuestas a lograr una transformación sociocultural histórica. Hoy es nuestro tiempo. Es tiempo de las valientes mujeres dispuestas a luchar por sus derechos y su libertad.

Como dijo alguna vez la jefa de Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum, en un acto de mujeres y democracia: “no cabe duda que las transformaciones que marquen la historia del siglo XXI tendrán rostro de mujer”.

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