Al revisar la historia de nuestro país nos topamos con una conjunción de culturas que le dan identidad a México. Un encuentro entre lo viejo y lo nuevo, pero con una peculiaridad interesante por demás, pues ni lo viejo fue arrasado por completo, ni lo nuevo se impuso totalmente, dejando en el olvido la riqueza de la cultura que encontró.
El mejor ejemplo en nuestra ciudad para comprobar esto, es darse una vuelta por el Centro Histórico. Apenas a unos metros de la Catedral Metropolitana, podemos encontrar los restos del Templo Mayor, conviviendo ambos monumentos como testigos mudos del encuentro entre dos grandes culturas que, más que conquistarse, se mezclaron totalmente para dar nacimiento a algo nuevo y nunca visto: la mexicanidad.
Si algo define a los mexicanos es su capacidad de adaptarse y asimilar lo nuevo e integrarlo a la cultura propia, haciéndolo parte de su esencia. Esta peculiaridad es también lo que ha permitido a la capital del país convertirse en de las ciudades más cosmopolitas del mundo, en la que diversas culturas y tradiciones se encuentran, pero en especial, conviven y se funden en una nueva armonía.
Lo anterior viene a colación porque en días pasados una noticia muy interesante se dio a conocer: la Ciudad de México es una de las tres mejores ciudades del mundo para vivir y trabajar, de acuerdo con una encuesta aplicada entre personas de otros países que han decidido radicar aquí.
Aprovechando las nuevas tecnologías y las oportunidades que brinda el teletrabajo, los denominados nómadas digitales encuentran sumamente atractiva a la Ciudad de México para hacerla su lugar de residencia temporal o permanente, trayendo consigo los beneficios de una mayor derrama económica en ciertas zonas de la ciudad, como las colonias Roma o Condesa en la Cuauhtémoc, pero también con los retos que esta migración del siglo XXI acarrea consigo.
El reporte “Working from the Road: The Aspirations and Reality for Digital Nomads” (Trabajando en el camino: Las Aspiraciones y Realidad para los Nómadas Digitales) de la empresa MBO Partners, señala que de los 30 millones de nómadas digitales, que se estima hay en el mundo, poco más de la mitad (15.5 millones) son estadounidenses. Se trata de un sector que la CDMX busca atraer, para captar poco más de mil 400 millones de dólares al año.
La tendencia en el sector de servicios permite pensar que el trabajo remoto seguirá creciendo y quienes encuentren trabajos que les permitan laborar desde donde sea, buscarán las opciones de ciudad más atractivas para establecer su residencia. Éste es el potencial que en la Ciudad de México se quiere aprovechar, pero como ya lo mencioné, esta decisión no se encuentra exenta de retos y preocupaciones.
La gentrificación, el aumento en el costo de la vivienda y la transformación entera del tipo o giro de negocios en algunas colonias, además de la disparidad entre los servicios y la seguridad de los lugares de destino de los migrantes digitales, con los lugares hacia donde se ven desplazados los antiguos residentes, son los principales argumentos de quienes se posicionan en contra de este fenómeno.
¿Cómo podemos entonces resolver los retos que plantea el nomadismo digital?, ¿en lugar de ser una ciudad atractiva para turistas extranjeros o residentes semipermanentes debemos presentarnos como una mala opción para vivir?, ¿debemos desechar el potencial natural que tenemos como destino para estas personas en tanto no resolvamos otros problemas que acarreamos desde antes? Creo que la respuesta es clara: éstas no son soluciones para este reto social, económico y cultural. Estoy convencida de que no basta con estar en contra de algo. Hace falta introspectiva, reflexión y apertura para debatir un tema que está ocurriendo en otras partes del mundo.
Y justamente en este sentido, debemos de voltear a ver aquello que ha hecho grande a México a lo largo de su historia: la gran capacidad que tenemos para generar riqueza a partir del contacto entre diferentes culturas. Estoy segura que, como mexicanos, sabremos encontrar la manera para seguir recibiendo a nuevos residentes, con espacios, lugares y servicios que estén a la altura de las necesidades de todos.
Restaurantes en la Roma-Condesa ya capacitan a su personal en atención bilingüe, como ocurre en ciudades de gran afluencia para extranjeros como Cancún, Tijuana, Los Cabos y Puerto Vallarta, por mencionar algunas. Pero lo mismo se ha abierto un diálogo para que, tanto los servicios, rentas y trato, permitan a los habitantes locales, seguir disfrutando de todos los espacios, colonias y barrios; pues al fin y al cabo: en la Ciudad de México, cabemos todos.
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