Hablar de consultas ciudadanas es hablar de la participación directa de la sociedad en el ejercicio de poder. Aunque la figura está presente en muchas de las democracias del mundo, desde hace tiempo, no se trata de prácticas que naveguen en la convencionalidad de la aceptación, debido a que su naturaleza implica una “redistribución” de las decisiones políticas que no todos aceptan.

Es el caso de la consulta de revocación de mandato que tuvo lugar el pasado 10 de abril. A pesar de que poco más de 16 millones de mexicanos salieron a las calles para ejercer su derecho constitucional de formar parte de la vida pública y las decisiones políticas del país, hay quienes han llevado al extremo la politización del tema, intentando menoscabar el ánimo social que vivimos.

Sin embargo, más allá del resultado que arrojó el ejercicio, el simple hecho de consultar a la ciudadanía es un avance fundamental para la democracia mexicana, que no debiera ser menospreciado por los grupos de oposición, mucho menos por los medios de comunicación, ni por las diferentes voces que forman parte de la opinión pública.

Si nos remitimos a la experiencia internacional, por ejemplo, las consultas sobre diferentes temas relacionados con el funcionamiento de la administración pública o referentes a la modificación o aprobación de nuevas leyes, son una realidad y un canal efectivo de las democracias más sólidas. También aquellas sobre decisiones políticas y/o económicas. Ahí como el ejemplo el Brexit .

Lo cierto es que en pleno siglo XXI, los gobiernos más avanzados y abiertos del mundo consultan a sus ciudadanos en todo momento y lo hacen valiéndose de las mejores herramientas digitales a su alcance. Según el estudio E-Gobierno 2018 de las Naciones Unidas, países como Dinamarca, Finlandia, Corea del Sur, Japón, Reino Unido, Nueva Zelanda, España y Estados Unidos, lideran las consultas ciudadanas en este terreno.

Pero el éxito y la aceptación de los instrumentos de consulta no es fortuito. El trabajo de los órganos electorales y de las autoridades en turno es fundamental para fomentar la confianza ciudadana frente a éstos. Lo mismo la comunicación asertiva que permita conocer las bondades de este tipo de ejercicios, sobre todo cuando son vinculantes con el ejercicio de poder y con la toma de decisiones. La experiencia hace al maestro, dicen por ahí.

Quizá por ello, en la Ciudad de México, que existe una amplia tradición de consultar a la ciudadanía (Plebiscito sobre los segundos pisos del Periférico 2002, Consulta Verde 2007, Consulta sobre la Reforma Energética 2008, Consulta sobre el Corredor Cultural Chapultepec-Zona Rosa 2015, etcétera), no sorprende que la participación en la pasada consulta de revocación de mandato haya sido de las más altas en todo el país: poco más de un millón de votos y 18.5% del total de la votación.

El hecho es que menospreciar los ejercicios de consulta a la ciudadanía, cuando no se está de acuerdo con el fondo o el tema, no sólo es un error de cálculo político, sino la evidencia más convincente de la resistencia que existe a democratizar las decisiones gubernamentales con la base social.

Pese a ello, la pasada consulta de revocación de mandato , en la que prácticamente el noventa por ciento ratificó la continuidad del presidente López Obrador, es una prueba de que hoy estamos frente a una nueva forma de hacer política y de gobernar, donde la ciudadanía tiene la última palabra.

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