La operación política del Presidente es fenomenal pero debería valorar si no está ya sobrecalentando la máquina. Abrió la semana respaldando al Fiscal en su polémica con las legisladoras de la mayoría sobre el feminicidio. De una manera inequitativa, criticó a los medios y en particular a éste, cuya neutralidad y moderación, así como equilibrio, está claro a los ojos de cualquier observador imparcial. Pero el jefe del Ejecutivo hace política y lo último que quiere es imparcialidad. La cantidad de declaraciones infundadas que se lanzan en las mañaneras debería preocupar a alguien en Palacio Nacional. Porque el problema de la mentira es que tiende a no ser sostenible en el tiempo y la acumulación de las mismas, colapsa cualquier estrategia discursiva de una persona o de un gobierno en el largo plazo. Cuando se tiene una fuerza avasalladora se puede operar políticamente recreando las reglas a la medida del poderoso, pero por ese camino se puede llegar fácilmente a la desmesura. Cuando el poder es el parámetro de la verdad y la ética y además es su único elemento de validación, la posibilidad de adocenarse es muy alta.

Es impactante ver cómo el primer mandatario consiguió que un grupo de empresarios, a los que en otro momento llamaba “minoría rapaz” acudieran en su auxilio de forma diligente. Y aunque algunos han visto sumisión y cálculo, me parece que el Presidente no les puede regatear que cuando más los necesitaba, asistieron a apoyarlo para sacarlo de un atolladero monumental en el que se metió con el avión presidencial. Espero que este fracaso no se repita con el aeropuerto de Santa Lucía y al final no tengan que rescatarlo los capitales privados, una suerte de Fobaproa al reves. Pero lo más interesante es que esta semana no vimos la clásica caricatura del empresario con cara porcina frente al mexicanito flaco, ni un señalamiento valorativo fuerte en contra de un estamento al que el Presidente le ha endosado la corrupción en el aeropuerto de Texcoco y la crisis de las medicinas. Cuando conviene, son el chivo expiatorio y cuando cambian los vientos, son los que arriman el hombro. El sector privado puede tener muchas críticas por esta decisión, pero mal haría el jefe del Ejecutivo en estigmatizarlo más, como lo ha hecho hasta ahora, cuando le vinieron a sacar las castañas del fuego con mil quinientos millones. Ni sus diligentes diputados lo harían mejor.

Mientras extrae renta del sector privado, se registra una propensión política a cubrirse en el plano de la crítica y, para sorpresa mía, algún comentarista cercano al Presidente hablaba de una brutal ofensiva en su contra. Caray, que los más ricos de México te rescaten y actúen a la voz del amo, se parece a todo menos a un brutal embate en contra de un Ejecutivo que, está claro, se enseñorea del escenario nacional llevando incluso a su mañanera al presidente de la Suprema Corte.

Insisto, la operación política es implacable y el Presidente avanzó como tren blindado esta semana, incluso con sus dosis de victimismo que buscan inhibir cualquier crítica y señalarla como miserable y golpista. El punto es que el avance del tren blindado siempre deja una huella de carbono y mientras todo se concentra en gestos políticos y una operación de linchamiento a las voces críticas, el mandatario descuida la administración y los problemas se multiplican. Ahí está la crisis de seguridad, ahí está el desorden que significa el Insabi que está comprometiendo no solo a los opositores, sino a los gobernadores de su propio partido que ahora caminan derechitos, pero que soterradamente dicen lo mismo que los gobernadores de oposición: faltan reglas de operación y claridad.

El costo administrativo se va acumulando y la política, al igual que cualquier otra actividad, supone el consumo de energía. Una energía que requiere de sostenibilidad; y la sostenibilidad, para cualquier gobierno, es gobernar y no pasarte el día en fuegos de artificio. Eso está bien para un productor de televisión.

Analista político.
@leonardocurzio

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