Si el alcohol y el volante no combinan, mucho menos el poder y el victimismo. Es increíble como un Presidente que concentra más poderes que ninguno de sus predecesores, haga un ejercicio de victimismo público diciendo que ha sido el más maltratado. El último mandatario mimado por un impúdico acolchonamiento fue Salinas. Los demás han recibido crítica y escarnio público crecientes. Les han dicho de todo. Francamente, está fuera de lugar la idea de una desproporción en la crítica. Está fuera de lugar una postura así cuando el jefe del Ejecutivo tiene dos horas diarias de atención de los medios públicos (y buena parte de los privados) y dispone de (semi) cadenas nacionales cuando él quiere; por no hablar de los de millones del presupuesto y una cadena de penetración en la opinión pública a través de sus redes sociales y sus medios aliados. Es como si un forzudo de gimnasio se quejara porque un esmirriado aguador lo ve feo.
Hay que ver los titulares de casi todos los medios después de su auto gratificante discurso del 1° de julio. No se puede quejar. A pesar de que repitió lo mismo que todas las mañanas, la cobertura le fue muy favorable. No le queda tampoco quejarse de los columnistas sin decir con precisión quiénes reciben dinero por atacarlo. Yo creo que la Dra. Buenrostro y el Dr. Nieto estarían encantados de darle esa información y así denunciar su segunda BOA. Es además sorprendente que se queje de los comentócratas cuando él mismo ha declarado que solo lee a cuatro, quienes se han empeñado en presentarlo casi como si fuera una esfinge, un hombre inescrutable, una suerte de Mitterrand de los tiempos modernos. No creo que ningún mandatario haya tenido un video promocional como el que le hizo Epigmenio Ibarra. Todo desconsuelo queda melificado con un video tan favorable ¿Qué más le podría dar que alguien se atreviera a sugerir que es una mala idea no invitar al sector privado a Washington cuando el propósito del viaje es promover inversiones?
Francamente tampoco combina un Presidente que se dice respetuoso de la libertad de expresión y amenaza desde su tribuna matutina. El poderoso tiene, por norma, no avasallar y menos hacerse la víctima, para entonces golpear con auto exculpación. Toda fuerza debe ser usada de forma proporcional para no ser opresiva. El cinta negra en karate no puede ir descontando gente por ahí diciendo que lo miraron feo, es un uso desproporcionado y, por tanto, inicuo del poder. El Presidente tampoco puede hacerse el sorprendido por el uso de las redes sociales y la creación artificial de conversaciones. Por favor. Es como si Peña se dijese sorprendido del poder de la televisión o el Bronco de Facebook.
No son las redes sociales, ni los periodistas los que crean el ambiente; es la grave crisis de inseguridad, una economía que va en caída libre y una narrativa gubernamental que nos dijo que el pico de la pandemia iba a ser el 6 de mayo. Dos meses después parece una mala broma.
Lo que sí combina y combina bien, es usar el poder para desenmascarar ladrones y ventilar la inmundicia que todavía les da un tono pestilente a sectores del poder judicial. Aunque no fue muy considerado con Arturo Zaldivar, a quien pudo notificar para que él mismo ejecutara la purga, el mandatario decidió ventanearlos sin clemencia y exhibir que tiene facultades para seguimientos telefónicos y poner en orden a los corruptos. Ese es un uso purificador del poder. Lo aplaudo sonoramente. El poder democrático es para transformar, no para someter o chantajear y menos para hacerse la víctima.
Analista político. @leonardocurzio